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Qué bien no ser así

«Si los partidos recurren tanto a Twitter, con ejércitos de bots incluidos, es para intentar modelar la opinión pública en función de su agenda política»

Opinión

FREESTOCKS | Unsplash

  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

El gran éxito de Twitter es funcionar como lo hacen los grupos de primates. Es decir, cerrando filas con los tuyos y linchando al adversario. El libro El mono que llevamos dentro, del prestigioso primatólogo Frans de Waal, abunda en aquellas conductas del ser humano que nos asemejan a nuestros ancestros más cercanos. Y no todas son malas, desde luego. El ansia de poder o el sentido de territorialidad conviven con las expresiones más genuinas de solidaridad, empatía o lealtad.

Si los partidos recurren tanto a Twitter, con ejércitos de bots incluidos, es para intentar modelar la opinión pública en función de su agenda política. Y el odio o la idea de un enemigo común suscitan más cohesión que las manifestaciones de amor. Cualquier idea, ya sea la independencia de Cataluña o la unidad de España, cuenta con su particular grupo de chimpancés dispuesto a defenderla de forma acrítica y arremetiendo siempre contra el discrepante.

En términos evolutivos, este seguidismo hacia el grupo de pertenencia garantizaba nada menos que la propia supervivencia. En el mundo de Twitter, solo sirve para explotar ese motor de movilización social que es el odio. Por eso es tan importante la ética personal. Para no sumarte al linchamiento en forma de retuit. Para hablar por uno mismo, para provocar incluso. Pero sin perder la humanidad.