La corrupción de los sentimientos morales
«¿Frenará el Gobierno de mayoría socialista las ambiciones electorales de Podemos de unirse a los independentistas para ocupar el poder en el País Vasco y Cataluña?»
Muchos de quienes hoy miran con envidia a Alemania por el estímulo fiscal de 130.000 millones de euros que de forma autónoma va a poner en marcha para reactivar su economía y salir más rápidamente del parón provocado por la crisis del coronavirus son los mismos que la desprecian profundamente por su afanoso rigor fiscal. Obviando que lo primero no se da sin lo segundo. Les parece que Alemania, al ser la primera economía de la UE y una gran potencia industrial, puede fácilmente gastar más que el resto de economías de la Eurozona. Como si ese modelo les viniera caído del cielo. E insisten en soslayar un factor que hoy divide ideológicamente a la Europa del Norte y del Sur: quienes se esfuerzan en acumular un colchón fiscal en tiempos de bonanza para poder gastar en los de adversidad frente a quienes desdeñan ese principio y eluden los costes electorales que entraña la consolidación de las cuentas públicas.
Esa es la brecha que divide hoy a un Eurogrupo que acaba de sentarse a negociar el mayor paquete de ayuda fiscal de su historia y, más importante aún, los términos para financiarlo con una emisión de deuda común, soberana, de la UE, siendo esta el embrión de la que hasta ahora ha sido una cuestión tabú: los Eurobonos. Y todos parecen estar de acuerdo que este sea el vehículo para costear este Plan Marshall post-Covid europeo. Solo la propuesta supone un avance espectacular en la historia de la Unión, si bien los detalles y la duración de las negociaciones frente a la imperiosa necesidad de los países más azotados por esta crisis, como Italia y España, serán seguramente decepcionantes. Pero como bien decía hace poco el columnista Martin Wolf en el Financial Times: “La UE nació a partir de una catástrofe y ha avanzado a base de superar crisis”. No perdamos la fe.
Todo sea dicho que Berlín podía haberse estirado antes algo más en el gasto tras cinco años de acumular superávit presupuestarios y rebajar su deuda del 82,4% al 59,8% del PIB, sobre todo desde que la economía de la Eurozona empezó a renquear a finales de 2018 por culpa de la guerra comercial de Trump contra el mundo y los efectos disruptivos del Brexit[contexto id=»381725″] en la economía de la UE. Un pequeño estímulo fiscal a tiempo hubiera quizás ayudado a suavizar el parón económico previo a la crisis actual. Así se lo pidieron todos: desde el BCE al FMI. Al igual que las políticas de austeridad alentadas por Alemania durante la pasada crisis (2008-2013) a los países rescatados por la Troika (BCE, FMI y CE) se han hoy reconocido como abusivas, con algún mea culpa de por medio por esos mismos organismos, por el tremendo daño social que causaron, especialmente en el caso de Grecia, y su total fracaso en la reducción de la deuda.
Lo que es cierto es que Alemania ha intentado predicar con el ejemplo y ahora esa política prudente de ahorro nacional le da un envidiable margen de actuación y de soberanía sobre el destino de su economía. Margen que los países con mayor déficit estructural de la UE, con España a la cabeza, no tienen. Por lo que dependen absolutamente del resultado de esas negociaciones para financiar, en nuestro caso, todos los gastos extraordinarios (ERTEs, IMV, paquetes de ayuda al turismo a la industria de la automoción, prestaciones por desempleo) derivados de la crisis. Todo ello podría disparar el déficit por encima del 11% del PIB (2,8% en 2019) y la deuda al 130% del PIB (en el 98,9% al cierre de este ejercicio). Cifras insólitas.
Por ello, la recuperación alemana tiene más posibilidades de parecerse a la ‘uve’ a la que todos aspiran, incluida nuestra tercera vicepresidenta y candidata a presidir el órgano más importante de decisión ahora mismo, el citado Eurogrupo, Nadia Calviño. La deseada ‘uve’ supone un descenso pronunciado pero acotado en el tiempo del PIB (un trimestre o dos), para enseguida retomar la senda del crecimiento. Pero todo apunta a que la recuperación en España se parecerá más a una ‘u’. Con la incógnita añadida de cuánto se ha de prolongar la línea horizontal de dicha letra. ¿Tres, cuatro, cinco trimestres? De momento, distintos organismos vaticinan un descenso del PIB de entre el 9% y el 13%. Con una tasa de paro que llegaría al 20% y que podría subir al 34% si se sumaran los trabajadores protegidos hoy por los ERTEs.
Ante este catastrófico panorama, la ayuda europea es perentoria. Y ha sido clave la intervención de Angela Merkel para liderar la respuesta. Se cierne una contracción sin precedentes sobre laeconomía de los países de la eurozona, la peor desde la II Guerra Mundial. Y no vale sólo con salvar a Alemania. Al igual que la canciller arriesgó su puesto en defensa de la dignidad de los refugiados en la crisis migratoria que azotó al contiene hace seis años, esta vez se ha enfrentado a sus socios del Norte, liderados por Holanda, para adoptar medidas sin precedentes y socorrer a sus socios europeos situados al Sur y evitar que los movimientos populistas anti democráticos de extrema derecha e izquierda saquen ventaja de la crisis. Y por ello ha promovido junto al francés Emmanuele Macron la creación de un fondo solidario de 750.000 millones de euros, de los que España espera recibir 150.000 millones.
Pero no sólo eso. En el frente de la política monetaria, que en estos últimos años ha tomado el relevo de la política fiscal como dinamizadora de la economía, Alemania también ha abierto la mano.La nueva presidenta, Christine Lagarde, cuenta con el apoyo del Bundesbank para continuar con la política no ortodoxa practicada por su predecesor Mario Draghi, que evitó la ruptura del euro y permitió superar la crisis de la deuda de la eurozona. La francesa restablece el programa de compra de activos a las entidades bancarias por valor de 1,7 billones de euros hasta junio de 2021. Y una barra libre de liquidez por valor de 3 billones a tipos negativos para asegurarse que el crédito fluye (sólo en la última subasta las entidades han pedido 1,3 billones). El BCE vaticina una caída del 8,7% del PIB de la eurozona para este año y un crecimiento del 5,2% en 2021. La inflación será del 0,3% en 2020 y del 0,8% en 2021, lejos siempre del objetivo del 2% que marca su mandato, lo que le da margen para sortear, esperemos, sentencias condenatorias como la reciente del Tribunal Constitucional alemán.
Lo cierto es que nunca los países miembros de la Eurozona han contado con tanto apoyo. De ahí la importancia de hacer las cosas bien y presentar las mejores credenciales. El apoyo mayoritario al IMV en el Congreso, diseñado por Escrivá pero cuya autoría se disputan en origen y con distinto nombre Ciudadanos y el PP, abre un rayo de esperanza en la necesaria política de consenso. Y debería allanar el camino para pactar unos presupuestos que van a ser escrudiñados por nuestros socios europeos. Pero de nuevo la bronca política y el arcano del entendimiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos puede deparar desagradables sorpresas. Baste de referencia el pacto con Bildu para la derogación íntegra de la reforma laboral abortado después por Calviño. Ningún Gobierno de Sánchez (dos en dos años) ha logrado aún aprobar la norma más relevante para la legislatura de un Ejecutivo. Ya son tres años que se prorrogan los presupuestos de Cristóbal Montoro, del PP, descalificados de antisociales en su momento. Igual que la denostada Reforma Laboral de Fátima Báñez que introdujo los ERTEs y que tantos puestos de trabajo han salvado en esta crisis. Y aquí seguimos.
La cuestión es ¿quién puede sumar para pactar los presupuestos y cubrir un amplio espectro político? Resulta irrisorio que ERC desprecie las negociaciones con C’s y se erija como la salvaguarda del voto de izquierda. Y escuchar a su ufano portavoz dar lecciones de política social en el Parlamento nacional, obviando su apoyo incondicional en los últimos ocho años al Gobierno de la Generalitat, ya sea en manos de CiU o JxC, cambiando de siglas para eludir la corrupción, que ha sido el autor de los mayores recortes sociales ejecutados en toda España.
El acierto en las políticas de gasto, la voluntad de hacer reformas y la contención del endeudamiento serán claves para recibir la ayuda europea. De ahí la relevancia las actuales negociaciones del PSOE con C’s, que en el Parlamento Europeo pactan muchas más iniciativas legales que con sus socios podemitas de Gobierno. También es notorio el silencio del PNV tras la puñalada del intento de pacto con Bildu a las puertas de las elecciones en el País Vasco. No ha criticado las reuniones con C’s. ¿Se dan los mimbres para pactar un presupuesto de más amplio espectro político que presentar a Bruselas? ¿Frenará el Gobierno de mayoría socialista las ambiciones electorales de Podemos de unirse a los independentistas para ocupar el poder en el País Vasco y Cataluña? ¿O se quiere apuntar? ¿Cómo puede perjudicar esto a la ayuda europea que necesitamos?
La cosa es que, como bien decía Adam Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales, la obra en la que puso su mayor afán literario: “De todo aquello que corrompe los sentimientos morales (…) el partidismo y el fanatismo siempre han sido, de largo, lo peor.” Smith, una de las grandes figuras de esa Escocia efervescente en la producción de ideas de la segunda mitad del siglo dieciocho que logró sacudirse el fanatismo cristiano, se manifestó siempre contrario a las políticas ideológicas, a las que identificó como un obstáculo para el progreso. Tomemos nota.