¿Servirá de algo el sacrificio de Arrimadas?
«El problema es que ni Cs ni PP van a poder llegar al éxito en su esfuerzo porque ello exigiría dos condiciones en la parte contraria que en realidad no existen: la buena fe y la competencia»
Desde su bajón electoral y la despedida de Albert Rivera, el porvenir político de Ciudadanos se ha ido tornando gris oscuro. Admirábamos su gallarda e inteligente resistencia al separatismo torvo y racista de Cataluña, pero cuando se salta a la política nacional no basta con resistir, hay que ofrecer, y Cs acarreaba el pecado original de su indefinición ideológica entre liberalismo y socialdemocracia. Y se fue difuminando en Madrid.
Encuestas diversas –las hay aún que no son del CIS, ¡gracias al cielo!– prevén que continúe camino a la desaparición. En esas duras circunstancias, muchos ex votantes de derechas han puesto el grito en el cielo cuando Inés Arrimadas, ya sola ante el peligro, ha empezado a negociar en serio y sin dobleces con Pedro Sánchez y sus adláteres en diversos terrenos. Pues sí, se puede decir que Arrimadas y su partido se están autoinmolando –aquel harakiri japonés que resultó que en realidad se llamaba seppuku–, pero lo están haciendo por una causa patriótica y encomiable: servir, dentro de lo posible, de contrapeso al comunismo de Podemos y al supremacismo blanco (así dirían en EEUU, ¿no?) de separatistas varios. Acercar las políticas de Sánchez a un terreno más realista, menos injusto, que tenga alguna posibilidad de resistir al colapso económico post–coronavirus.
El Partido Popular, que estos días también ha seguido un camino similar, da su apoyo tácito a Ciudadanos, partido con el que pese a roces personales vistosos como los de Ayuso y Aguado, debería acabar convergiendo en un nuevo “España Suma”. Hay una honda preocupación en toda la sociedad civil ante ese futuro, y las mentes claras del país –todas ellas están fuera del Gobierno– piden otra política.
El problema es que ni Cs ni PP van a poder llegar al éxito en su esfuerzo porque ello exigiría dos condiciones en la parte contraria que en realidad no existen: la buena fe y la competencia. Los ministros fraude y las ministras fraude están agarrándose a sus despachos y sus sueldos tanto tiempo como sea posible, mientras que los ministros y ministras comunistas trabajan en su subversión continuada del sistema constitucional.
La vergüenza que es la praxis política de Sánchez quedaba bien resumida por el siempre acerado y acertado Santiago González, en el diario ‘El Mundo’?: “¿Cómo es posible que Sánchez pactara un Gobierno con el tipo que le escupió en el Congreso que Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva y que ahora vuelva a apuntarse al tema con lo peor del Hemiciclo? El sanchismo ha enterrado la memoria del PSOE, pero no hay nada personal en ello: son negocios e indignidad, no hay nada más”.
Que Sánchez acabe de hundir al PSOE es problema de lo que queda de este partido, pero otra cosa es que hunda a España. Queda la leve esperanza de que se pueda abreviar esta insufrible legislatura si la acumulación de catástrofes lleva al fin a la ruptura de la demencial coalición gubernamental y a unas elecciones. Pero el país que recoja el próximo gobierno puede haber quedado absolutamente exangüe. Que no nos olvide la UE, que solos no podemos ya…