Hambre de Girona
«La resistencia “galdosiana” de Gerona no es que haya sido borrada de la historia oficial catalana…pero sí se ha intentado que pase sin pena ni gloria»
Hay libros inmensos pero que inexplicablemente (o no tanto…) pasan de puntillas. Como con miedo a molestar. ¿Pero a quién podría molestarle el Episodio Nacional número 7 (primera serie) de Benito Pérez Galdós, titulado Gerona, y dedicado íntegramente a la heroica resistencia de esta ciudad a caer en manos de la Grande Armée de Napoleón después de siete meses de asedio, de mayo a diciembre de 1809?
Cuando, al hilo del Año Galdós, dejé caer al presidente de Societat Civil Catalana, Fernando Sánchez Costa, que estaría bien traducir Gerona al catalán moderno, y de paso salpimentar la traducción con alguna que otra nota poniendo en paralelo la situación política en 1874 (cuando Galdós publicó este Episodio…) y la actual, sinceramente no era consciente de la cascada de complicidades y sinergias que iban a desatarse.
Yo misma nací en Girona. Es verdad que sólo viví allí de los 0 a los 2 años. Aun así, según me iba adentrando en la lectura de aquel texto sobrecogedor y palpitante (dirías que Galdós lo acabó de escribir anteayer…), me iba llenando de asombro y de vergüenza. De todo lo que se puede llegar a desconocer a poco que te dejes llevar por la corriente.
No es que en general no se sepa que en 1809 pasó en Gerona algo muy gordo. Que un tal Mariano Álvarez de Castro, gobernador y defensor a ultranza de la plaza, había dado orden de pasar por las armas a cualquiera que le hablara de capitular ante un enemigo cinco veces mayor en número y ante el que no cabía oponer otra cosa que unas murallas de puro mazapán…y unos bemoles de titanio. Siete meses siete tardaron los franceses en tomar la ciudad, y ni siquiera lograron tomarla como Dios manda. Cayó por hambre.
Es curioso esto de la épica, porque lo mismo te vale para exaltar que para denigrar. La resistencia “galdosiana” de Gerona no es que haya sido borrada de la historia oficial catalana…pero sí se ha intentado que pase sin pena ni gloria, como algo rancio, trasnochado, incluso un tanto absurdo.
Como si a los madrileños se les intentara hacer creer que el Dos de Mayo no pasó de ser una mezcla de botellón salvaje y entierro de tercera.
Me sumergí en Gerona de Galdós como por travesura, por llevar la contraria, y debo decir que a las pocas páginas ya estaba en shock. No me esperaba una narración tan vívida, tan conmovedora, tan humana…y tan radicalmente moderna. Capaz de hilvanar lo sublime y lo atroz con esa aleación única de ironía y de piedad que tan acertadamente identificó María Zambrano.
Galdós describe una Cataluña y una España donde las élites, por decirlo amablemente, no valen un pimiento, y han dejado al pueblo llano, hambriento y comido por los piojos, solo ante el peligro, el desconcierto y la invasión. Arriba no hay nadie. Abajo es todo. Una misteriosa cohesión de sentimientos, valores y capacidad de sacrificio compensa la hemorragia de autoridad y logra defender lo indefendible.
Galdós recorre todo aquello con una empatía tan audaz, con una psicología tan adelantada a su época, que trasciende contradicciones que tardarán siglos en concretarse. Por ejemplo, a los que todavía suspiran por una Cataluña afrancesada o directamente francesa, don Benito les enfrenta con la paradoja de querer imponer la Ilustración manu militari, desenmascara la sordidez rapaz de toda guerra de conquista, mira a los ojos a los héroes y a la vez les pide cuentas del daño inmenso que su heroísmo causa a los más vulnerables, a los que primero van a caer bajo el peso feroz de la Historia.
Galdós sitúa a un médico en el centro de la acción (algo que mucho me hizo pensar mientras completaba esta traducción encerrada en mi casa de Madrid, sitiados todos por el coronavirus…), Galdós hace que sus personajes más amados incurran en actos terribles, imperdonables. De los que una y otra vez los rescata una terca, luminosa, capacidad de reconciliación y regeneración. De ser todos juntos algo más que la mera suma de los unos y los otros.
Empecé a traducir al catalán este libro extraordinario al abrigo de Societat Civil Catalana, que supo encontrar quien quisiera financiar un proyecto de génesis humilde, pero que cada día que pasaba se nos agigantaba en las manos. Hay veces en la vida en que, no sabes cómo, todo sale bien, todo te dice que sí. Sí, dijo Sergio Fidalgo, el editor de Ediciones Hildy, lo más parecido a la Biblioteca de la Resistencia que se hace hoy en Cataluña. Normalmente edita libros en castellano pero mira, ha tenido que ser él quien rompa el cerco que la incultureta catalana le ha puesto a Galdós.
Sí, dijo Andrea Levy, delegada del área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, cuando le pedí un prólogo…en castellano. Ella lo podía haber escrito en catalán si le hubiera dado la gana, ya saben. Pero nos dio la gana a las dos que fuese en la otra lengua cooficial de Cataluña. Y que de paso prendiese la lumbre madrileña de este Año Galdós que el coronavirus[contexto id=»460724″] casi nos apaga…
Generoso fue también el periodista del Diari de Girona Albert Soler, azote humorístico del Procés, al prestarse a revisar conmigo topónimo por topónimo, para no meter la pata, y a escribir un epílogo (en catalán), lleno de ironía y hasta de afrancesamiento. Generoso Lluís Ventós, el artista que firma la obra original para la portada. Generosos todos los que se han sumado a esta cadena humana de memoria y de entusiasmo.
Presentamos mundialmente el libro el pasado 26 de junio en Girona. Llenamos la Casa de la Cultura. Al día siguiente, 27 de junio, fuimos Sergio Fidalgo, Albert Soler y yo al Celler de Can Roca, a entregar en mano un ejemplar dedicado a Joan Roca.
Yo tenía buenas razones para hacerlo desde que hace siete años conocí a Joan y me impresionó por su calidad profesional y humana. El famoso Celler que regenta con sus hermanos procede de una casa de comidas fundada por sus padres. Joan siempre habla de cómo su madre, Montserrat, servía el menú del día a quien lo podía pagar…y, a los que no podían, les daba de comer gratis por la puerta de atrás. Y así muchos, muchos años sin decir esta boca es mía. Hoy los hermanos siguen juntándose todos con la madre a la hora de comer, y siguen extrayendo su fortaleza y su éxito…de ser así, como ellos son.
Con invencible ánimo hospitalario se han impuesto y se impondrán siempre a todas las miserias, incluso a veces amenazas por haber alojado los Premios Princesa de Girona cuando el Ayuntamiento los boicoteó. O por haber participado en un reciente vídeo de España Global –junto a Rafael Nadal, Pau Gasol…- , ah, y por haber aguantado todos estos meses la tremenda estructura del Celler sin despedir ni a un solo trabajador…
Joan nos recibió vestido de deslumbrante blanco hospitalario, hasta con coquetona mascarilla hecha a medida, con la R de Roca bordada en dorado. Nos acogió y nos invitó majestuosamente a comer.
En cuanto me senté a la mesa me di cuenta de que todas las piezas encajaban al fin como un milagro. De cómo aquella maravillosa comida en el Celler dels germans Roca, aquella comunión con lo mejor de Girona, venía a ser como un homenaje a todos los que murieron de hambre defendiendo no sólo una ciudad. Ni siquiera sólo un país. Luchando por mantener viva la llama de la generosidad, la bondad y el trabajo. El cemento de una unión indestructible.
Girona se volverá a presentar este jueves, 9 de julio, a las 19 horas en el Salón Real de la Casa de la Panadería, en el número 27 de la Plaza Mayor de Madrid. No me digan que no es el mejor sitio para saciar tanta hambre atrasada de Girona. Os espero. Us esperem.