Cuando Trump se queda desnudo
«¿Qué hace Trump? Sigue riéndose de la Kung Flu, desdeñando su gravedad y ofendiendo a los millones de personas que sufren»
Tres crisis de proporciones históricas, no sólo dos como en Europa, se han abatido sobre Estados Unidos: la sanitaria, la económica y la social representada por las protestas raciales. Ante cada una de las tres, Donald Trump ha reaccionado de la manera más negativa para sus intereses electorales, hasta el punto de que los medidores de opinión ya consideran la ventaja lograda en las encuestas por el gris Joseph Biden, salvo que los hackers rusos, chinos, iraníes o lo que sean hayan progresado tanto que ya sean capaces, no sólo de engañar e inventar, sino de cambiar el sentido de los votos.
Estados Unidos es el país avanzado que peor ha encarado la respuesta al coronavirus, sin medidas nacionales uniformes, con amplias zonas no confinadas y rebrotes fulgurantes que hacen que en el mes de julio se estén batiendo récords de contagios que en Europa se alcanzaban en marzo o, como mucho, abril.
¿Qué hace Trump? Sigue riéndose de la Kung Flu, desdeñando su gravedad y ofendiendo a los millones de personas que sufren. Cada pequeño desconfinamiento con retorno al trabajo ha sido celebrado como un salto adelante económico de homéricas proporciones. Y Trump remata todo –en un sentido casi literal- defendiendo los valores blancos de la antigua Confederación sureña y racista sin, al parecer percatarse de que la gran mayoría de la población ha reaccionado contra la desigualdad racial y no quiere seguir por el camino de la partición del país.
La aparente buena marcha de la economía hasta marzo parecía blindar la reelección de este estrambótico personaje. Ahora mismo las encuestas indican que la población blanca de edad avanzada, su más fiel aliada siempre, es perfectamente consciente del hundimiento económico, de los cientos de miles de muertes y del riesgo de enfrentamiento racial armado, y ya se inclina mayoritariamente por un Biden que está diciendo las cosas justas.
Todo esto es fundamental para Europa, gravemente herida y que se enfrenta a un futuro incierto ante las apetencias de China y Rusia. En política internacional el ‘America First’ de Trump se ha reducido en realidad a una renuncia a su papel de superpotencia, la única democrática, y hace falta otra política con otra visión para reconstruir una Alianza Atlántica más necesaria hoy que desde hace muchos años. Quizá haya que agradecer a Trump su inconmensurable torpeza, que ha abierto los ojos de muchos de los más entusiastas de sus seguidores, que puede llevar al candidato demócrata a la Casa Blanca y que puede favorecer la reconstrucción coordinada a ambos lados del Atlántico Norte.