Inoportuno oportunismo
«De sobras conocido que las comparaciones te las haces o te las hacen»
De todas las alegres indignaciones de estos días, las más tristes e hipócritas son las del “espacio convergente”, como les llama la rufianada. Es una alegría forzada, de pagliaccio, de quien se ha visto obligado por las circunstancias y por sus propios complejos a abrazar un republicanismo sin sustancia y que ahora les arrastra a luchar otra batalla estéril en nombre de sus adversarios. Es la alegría de quien se dejó convencer que el nacionalismo era un atraso y una vergüenza y de derechas y que las derechas eran malas. La alegría de los que se pusieron muy serios a buscar razones que justificasen la independencia de la Comunidad Autónoma catalana sin apelar a ninguna razón que les fuese propia y que, con la ayuda de Esquerra y Podemos, encontraron las excusas de la justicia social, de las pensiones, de las leyes de dependencia, los helados de postre y hasta del republicanismo. Se contentaron con hacerse republicanos porque hacerse de Esquerra todavía no era necesario, y todas las excusas que encontraron para hacer la independencia se les imponen ahora como excusas para no hacerla.
Su alegría es la más triste porque es justo ahora, cuando más razones tendrían para defender su advenedizo republicanismo, cuando más evidente se hace la trampa a la que se han dejado arrastrar. Ni pueden parecer más republicanos que Esquerra, ni pueden cambiar de tema. El único argumento que tienen para fingir alegría es que la debilidad de España es una oportunidad para Cataluña, y ni eso. Hay motivos más que de sobra, y de sobra conocidos, para sospechar que los Estados funcionan como los machirulos y que es su debilidad más que su fortaleza lo que los vuelve violentos e intolerantes. Sólo los hombres y los estados fuertes son capaces de discutir y replantearse sus valores y principios; incluso de tener valores, y no sólo intereses.
La desorientación de nuestros más jóvenes republicanos, los puigdemontistas, les lleva a preguntarse incrédulos cómo ha podido escapar al extranjero y a exigir órdenes internacionales de busca y captura. En realidad, si de jugar a debilitar España se trata, les habría bastado con insistir en su propio discurso: Juan Carlos de Borbón es un ciudadano libre en un país libre. Como Puigdemont. Y los problemas de la monarquía española son un asunto interno del Reino de España. Como el proceso. Porque es de sobras conocido que las comparaciones te las haces o te las hacen. Pero llegados a este punto, el independentismo radical está centrado en reformar España y el independentismo moderado en exigirle a España un referéndum sobre “la forma del Estado”. Porque a quien no sabe dónde va, incluso el oportunismo le resulta un tanto inoportuno.