Mecachis party
«Cuando dicen que Cayetana es demasiado radical, demasiado cercana a Vox, tienen algo de razón. Cayetana era la apuesta, la esperanza, de que nadie de derechas tuviera que irse a Vox por los motivos equivocados pudiendo quedarse en el PP por los motivos correctos».
Cayetana acabará en Vox. Lo dice una pija madrileña, muy cuca, que se sienta en la mesa de al lado en un bonito hotel ampurdanés y que pasea como un estandarte su mascarilla con la bandera de España para tener algo que contar a la vuelta si alguien la mira mal. Cayetana es muy radical. Va provocando. Los cayetanos saben que no tiene razón. Que nada hay más alejado de Vox que el discurso de Álvarez de Toledo y que basta con escucharla un par de minutos, en cualquier intervención cogida al azar, para darse cuenta de ello.
Pero no todo el mundo se toma a Cayetana al pie de la letra. De Trump se decía, y podría decirse de muchos más, que los suyos se lo tomaban en serio pero no al pie de la letra y que sus críticos se lo tomaban al pie de la letra, pero no en serio. A Cayetana pocos se la toman al pie de la letra, y así está, pero muchos, favorables y detractores, se la toman en serio.
Y en serio en serio, claro que hay algo de Vox en Cayetana. La seriedad, para empezar. No el contenido, es verdad, porque el suyo es ilustrado, republicano, liberal, anti-identitario y anti-nacionalista. Nada que ver con Vox, al menos, por lo que a los libros de cabecera respecta. Pero hay algo a lo que llaman el tono. El tono radical, dicen unos. El de la mujer valiente que dice lo que piensa y que otros no osan y que lo hace sin concesiones a lo políticamente correcto y etc. y que es algo que sería secundario si no fuese fundamental. Si no fuese precisamente este tono, esta valentía, la que la trajo de vuelta al PP para traer al PP de vuelta tras el marianismo y sus supuestos complejines. Ellos no lo decían así porque el lema ya era de Vox, pero Casado y Cayetana, Cayetana y Casado, también vinieron a acabar con la derechita cobarde y a dar la batalla cultural contra la izquierda identitaria y el nacionalismo.
Quizás sea cierto que el tono y el contenido sean cosas distintas, pero también lo es que Cayetana le daba el tono y el contenido al PP de Casado. Y que habrá otros PPs, pero todos están en este. El problema no es, por lo tanto, qué será de Cayetana, sin0 qué será del PP. Qué será el PP.
El PP será Feijóo y será Pastor y serán las baronías, dicen. Es el que le ganó a Cayetana, pero no al PSOE ni a los nacionalistas, las últimas elecciones vascas y gallegas. Pero será también el partido de aquellos que han renunciado explícitamente a la batalla de las ideas para abrazar las ideas y el lenguaje y las preocupaciones de sus adversarios. Es el PP de Levy, que tardó una siesta larga en celebrar la política de la empatía, que casualmente es como llaman los socialistas a su brillante gestión de la pandemia. Es el PP de Albiol, que era Vox antes de Vox, que hace cuatro años defendía el populismo bueno, hace dos tuits defendía que se mandase a un moro a arañarse a su país y que ahora celebra la decisión de Casado en nombre de «una visión moderna y actual del centroderecha en España». La diferencia entre este PP y todos los demás, ¿cuál es? Será el tono. La diferencia entre la política de la empatía de Levy y la del PSOE o de la firmeza de Albiol y la de Vox debe de ser la insistencia. No es lo que digan, es que no lo digan ni tan a menudo ni tan convencidos como lo dirían ellos. O como diría Cayetana lo suyo. Un partido en el que quepan todos, siempre que estén moderadamente preocupados por la deriva de la izquierda y de la nación.
Cuando dicen que Cayetana es demasiado radical, demasiado cercana a Vox, tienen algo de razón. Cayetana era la apuesta, la esperanza, de que nadie de derechas tuviera que irse a Vox por los motivos equivocados pudiendo quedarse en el PP por los motivos correctos.