Cancela que algo queda
«¿No es precisamente una de las cualidades del marketing su voluntad de epatar entre una audiencia acostumbrada a un ecosistema atiborrado de señales?»
La cultura de la cancelación -muchos creen que este es un término eufemístico que esconde intencionalidades peores- ha llegado con fuerza a nuestro país esta semana con el cartel de la serie Patria que HBO estrenará próximamente y con un hashtag que animaba a que, literalmente, sus suscriptores cancelaran su suscripción a la plataforma.
En el origen del conflicto digital se halla un primer cartel promocional en el que se muestran dos escenas de la novela de Aramburu que la serie adapta: una representa a una mujer a cuyo familiar acaba de asesinar la banda terrorista, la otra muestra un cuerpo desnudo de un etarra que ha sufrido abusos policiales.
Dos imágenes, dos mundos, igualdad de miradas. Polémica servida. Twitter se ha llenado de cuentas de usuarios mostrando con enorme orgullo una captura de pantalla con la cancelación de la plataforma HBO. Todo ello, por supuesto, sin haber visto la serie. Pero ¿es Twitter la vida? La manoseada pregunta de los últimos lustros vuelve con fuerza.
Explicaba Andrés Barba en una tribuna extraordinaria que»el verdadero cáncer dialéctico es la interpretación literal de los discursos y la infantilización general». Algo similar ha podido suceder en este caso, cuando una imagen es decodificada de forma simplista y sin esperar a ver el resultado final. Por otro lado, ¿no es precisamente una de las cualidades del marketing, la promoción y la comunicación su voluntad de epatar entre una audiencia acostumbrada a un ecosistema atiborrado de señales? ¿No han causado ya otras campañas de series de televisión una conmoción similar como aquel famoso cartel de Narcos en pleno centro madrileño? ¿Alguien cree que por su mera observación, los ciudadanos correremos a comprar cocaína?
Probablemente, el caso de Patria ya venía de lejos, es decir, desde la propia publicación del libro. Fernando Aramburu tuvo más de seiscientas páginas para explicar y poner en su justo contexto un relato repleto de aristas y recovecos que una simple imagen es incapaz de aprehender. Probablemente, la historia más dolorosa de nuestro país en los últimos años.
En la tribuna anteriormente mencionada, Andrés Barba apuntaba algo destacable: «Es paradójico que los detractores más furibundos de la cultura de la cancelación caigan en los mismos gestos que pretenden abolir». A veces, insiste Barba, lo que quieren estos detractores es proteger una única libertad de expresión: la suya. ¿Y si ejercemos de una vez por todas la sana costumbre de opinar antes de ver, de saber, de escuchar?