Sombras de Rajoy
«En esta trama están todos los vestigios del vetusto rajoyismo. La nueva política, en cambio, nunca procedería de este modo»
Mariano Rajoy nos legó una importante lección: es más útil leer el Marca que leer a Laclau; por lo menos para ganar elecciones. La reelaboración de la hegemonía gramcsiana, el postmarxismo lacaniano, con sus significantes flotantes y demás núcleos irradiadores, no pudieron con este registrador de la propiedad de Pontevedra, que por estampa y retranca no habría desentonado en el primer gobierno de Cánovas.
Rajoy ganó debates y elecciones en la era de la televisión, de Twitter y del efectismo emocional. Neutralizó la mirada afectada del populismo con una mirada hipermétrope que le granjeó memes, pero también simpatías. Como le sucedió a Aznar con su guiñol, Rajoy salió beneficiado de la caricatura social que trazaron de él sus oponentes. Los intentos de ridiculizarlo favorecieron su imagen de hombre campechano, despistado y funcionarial.
Pero si la ‘Operación Kitchen’ resulta ser lo que parece, este retrato de Rajoy se oscurecerá para siempre. El cuento de hadas marianista, que tantos españoles de izquierda y derecha se creyeron, se demostrará falso, como otros mitos anteriores: las buenas intenciones de Zapatero, el seny del catalanismo, la integridad moral de Podemos, la competencia de Sáez de Santamaría o el altruismo del Rey Emérito. En fin, siempre hay un nuevo desengaño a la vuelta de la esquina, y este es de los graves. Las investigaciones apuntan a que, desde el Ministerio del Interior, se trazó un operativo para robar documentación comprometedora a Luis Bárcenas, a fin de evitar que esa información pudiera llegar al juzgado que investigaba la caja B del Partido Popular.
Al frente del ministerio estaba Jorge Fernández Díaz, que a estas alturas quizá haya perdido la confianza en Marcelo, su ángel de la guarda. Sobre Fernández Díaz tomo prestadas las palabras de Frank Miller sobre Daredevil: sólo un católico podría ser abogado de día y justiciero de noche. El exministro podría ser imputado por delitos de prevaricación, revelación de secretos, y malversación. El problema es que el complot sólo es verosímil si fue ideado para proteger a Rajoy. Es difícil creer que la cúpula de Interior organizara un grupo parapolicial, pagado con fondos reservados, para proteger a Rajoy, sin consultarle. Pero también será difícil de demostrar: Rajoy se librará de cualquier reproche penal si Fernández Díaz y el ángel Marcelo mantienen la boca cerrada.
En esta trama están todos los vestigios del vetusto rajoyismo. La nueva política, en cambio, nunca procedería de este modo: jamás robaría pruebas para entorpecer la acción de la Justicia. El estilo de Pedro Sánchez es otro: habría nombrado a Fernández Díaz Fiscal General del Estado, habría reformado ad hoc el código penal, habría inventado un estudio de la Johns Hopkins elogiando su gestión y habría concedido un puesto a Marcelo en el comité de expertos.