La letra hache
«Deberíamos estar más atentos a los silencios que a las palabras, a la sucesión de los hechos más que a la propaganda»
En 1773, el mago Hamann publicó una apología de la letra H. Era un mundo distinto al actual y la simplificación de la complejidad apenas empezaba a insinuarse. La hache, esa mudez, constituye una herencia de la historia, el eco de una elegancia a la que sólo se llega con el esfuerzo. Su dominio en la escritura tiene algo de ejemplar, de modélico. «La letra hache –observa Jünger comentando el libro de Hamann–, con toda su imperceptibilidad, se concibe como representante de las cosas ocultas, silenciadas, símbolo de la parte espiritual de las palabras». Pienso en el placer de la lectura lenta, capaz de extraer luz de las sombras, sentido de la superficie a menudo equívoca de un texto. La hache no es un esfuerzo vano, sino el recordatorio del significado que se oculta en lo no dicho.
Las letras hablan; la hache, recatada, sugiere. Lo mismo ocurre en el mundo de la política, no sólo en el de las ideas. Deberíamos estar más atentos a los silencios que a las palabras, a la sucesión de los hechos más que a la propaganda. Los gabinetes de turno entienden el arte de gobernar como una danza de los siete velos: sensual pero confusa, sibilina pero irreal. Las declaraciones pueden querer ocultar las evidencias, desviar la atención con fuegos de artificio. Los relatos actúan como campos magnéticos que desplazan a las masas de un lado a otro, mientras dejan libre el camino a las tropas. No debe perderse de vista que nada es necesariamente lo que parece ser. Debajo de la tierra volcánica puede ocultarse Herculano.
La hache nos recuerda que conviene prestar atención a lo que permanece oculto, agazapado tras los discursos y las consignas. ¿Qué significa, por ejemplo, esa concatenación de incidentes: los indultos al procés, la amenaza de un 155 en la Comunidad de Madrid, la humillación al rey, la protesta del poder judicial? ¿El acercamiento a Bildu es un acto de generosidad democrática o de desmemoria histórica? ¿Nos encaminamos hacia una nueva transición, pactada entre la izquierda y los nacionalismos, o asistimos sólo a los efectos narcóticos de un canto de sirenas previo a la aprobación de los presupuestos? Pronto lo sabremos.
Pero, para averiguarlo, les recomiendo que presten poca atención a los titulares y ninguna al ruido. Persigan las haches, unan los puntos, observen la acentuación y el ritmo, miren en la dirección opuesta a la que marca el relato, prefieran los hechos a las retóricas de unos y otros. Lo esencial es invisible a los ojos, nos dice el Principito. Créanme, la hache es una bendición porque nos recuerda que no somos únicamente viento y furia, sino también memoria, belleza y verdad.