Monarquía florero
«Como la monarquía no puede significarse nunca (el Rey es un protocolo andante), los partidos políticos la instrumentalizan a su gusto, y proyectan sobre ella lo que desean»
En España hay monárquicos, pero sobre todo hay anti-antimonárquicos. Muchos defensores de Felipe VI hoy, y de Juan Carlos I ayer, lo son simplemente por oposición al infantilismo de muchos republicanos. Parafraseando a Rafael Sánchez Ferlosio, se construye la bondad de la monarquía a través de la maldad de sus detractores.
Esta actitud no es exclusiva, obviamente, de los monárquicos. En una época de polarización y política adversativa, uno se construye su identidad política contra algo, como dique de contención frente al mal: Sánchez hizo esto con Vox, Ayuso ha hecho esto con Sánchez, los monárquicos lo hacen con, por ejemplo, Podemos. Si no existiera Vox, Sánchez no habría podido galvanizar casi todo el voto de izquierdas tan fácilmente; sin Sánchez, Ayuso no habría podido venderse como una especie de mártir del «liberalismo ibérico». Y sin Pablo Iglesias pidiendo el mes pasado «avanzar hacia un horizonte republicano que profundice en la democracia española», quizá los monárquicos no estarían tan a la defensiva.
Esta semana, una encuesta de 40db desvela que, en un hipotético referéndum, un 40,9% de españoles apoyaría la república frente a un 34,9% que preferiría la monarquía. Esto no significa directamente que los españoles quieran cambiar de sistema (¿a cuál? ¿qué tipo de República?), y hay analistas que han mostrado sus dudas con el cuestionario de la encuesta. Pero es un ejercicio de transparencia importante (las excusas que pone el CIS para no preguntar por la monarquía son ridículas o inexistentes) sobre una institución que lleva décadas viviendo de las rentas de la Transición.
Hay analistas que señalan que la monarquía, al defenderla mayoritariamente la derecha, se está convirtiendo en una institución de parte. Hay trampas en este argumento, en el que se invierte la carga de la prueba: que la derecha defienda la monarquía, que no se posiciona públicamente en nada (por eso es una institución generalmente inútil en la vida pública), no convierte a la monarquía en una institución de derechas.
Pero eso no significa que la asociación entre monarquía y derecha no sea preocupante. Como la monarquía no puede significarse nunca (el Rey es un protocolo
andante), los partidos políticos la instrumentalizan a su gusto, y proyectan sobre ella lo que desean: para muchos en la derecha, es sinónimo de España; para muchos en la
izquierda, es sinónimo de franquismo. Y para muchos españoles, especialmente jóvenes, es simplemente un florero.