Las ‘policies’
«Lo que ha pasado ‘estos años’, en corto, es que no vamos a ser la generación que haga las paces con la historia ni entre nosotros»
Llevamos unas semanas hablando de crispación. Crispación, desde los años 90, es como se llama a la oposición cuando gobiernan los buenos. A los buenos se les puede hacer oposición siempre que no se les critique mucho. Además, no hay que exagerar, porque solo se nos han muerto 56.000 personas y vamos camino de la ruina; no es como si se hubiera hundido un barco o hubiera habido que sacrificar un perro. La crispação es mala porque mientras se crispa no se habla de las cosas que importan. Lo que importa ahora son las policies. Cuando la pandemia faltaron respiradores y mascarillas, y ahora faltan policies.
Yo algo sé de policies. En 2015 entré en un partido que traía policies, y a algunos nos tocaba contarlas. Contar policies es más complicado que contar historias de la Guerra civil o producir “significantes vacíos”, y no siempre sale bien. Así empecé en el otoño del 15, contando policies por los pueblos con el candidato Roldán en un coche alquilado, como cómicos de la legua -les dejo el chiste hecho: el viaje a ninguna parte. Raro es que no nos echasen de alguno a pedradas. Íbamos todos aprendiendo el oficio sobre la marcha, los de las policies y los que las contábamos. No nos fue nada mal, dadas las circunstancias, pero hubo episodios funestos. La prensa nos sacó alguna portada maliciosa sobre copagos sanitarios, y nuestra ambiciosa propuesta de reforma fiscal tampoco fue bien entendida: le íbamos a subir el IVA del pan a los pobres. Dicho así suena a parodia, pero estas cosas se decían, vaya si se decían; y alguno de los que las decían ahora está en el gobierno que va subir el IVA -¡porque lo recomienda la AIReF!
Por entonces aún andábamos en la resaca de la «indignación», que es parecido a la crispación pero hecho por las personas correctas; aunque quedaba algo de aire para las policies: unos 40 diputados. Con los 40 diputados y un manojo de policies se firmó con el PSOE un acuerdo que iba a enterrar la Guerra Civil, pero lo que acabamos enterrando después de una investidura fallida, otras elecciones, un golpe de Estado y una moción de censura fue la Transición y el 78. Y el resto es historia conocida.
El otro día comí con un amigo que quería hablar de «estos años» para un tema que está escribiendo. Lo que ha pasado «estos años», en corto, es que no vamos a ser la generación que haga las paces con la historia ni entre nosotros; y España no sé si se repite, pero rima. Ni siquiera parece que vayamos a reformar el país un poquito, y suerte habrá si no somos los que lo enterremos. Las cartas están repartidas para un rato largo, y a las derechas y los socialistas no nos toca de compañeros. Cada uno adjudicará las culpas de cómo hemos llegado aquí, y yo tengo, por supuesto, mis opiniones. El caso es que los bloques son los que son desde hace dos años -desde hace más en realidad, pero hace dos que no nos cabe engañarnos-, y eso quiere decir que el país es irreformable en la dirección de 2015. Es posible, eso sí, que los fondos europeos alumbren una edad de oro de los power points.
Escribo sobre los rescoldos calentitos de la moción de censura de Vox. La moción se ha rechazado y se celebra el discurso de Casado marcando distancias, pero los números son los mismos de ayer. Mientras se debatía la censura de Sánchez, al PSOE le ha dado tiempo de firmar un manifiesto por los derechos humanos con Bildu; cosa que no sorprende a nadie que haya pasado por el Congreso estos años: los derechos humanos son el tema favorito de Bildu cuando se suben a la tribuna. Hasta ahora no habíamos querido una democracia militante, pero con Vox nos lo vamos a pensar; en el País Vasco -¡dónde si no!- ya van camino de eso.
Es posible que España vuelva a estar madura para reformas y concordia en el futuro, pero a algunos nos va a pillar mayores y a lo mejor se llama de otra manera. Es verdad que vienen tiempos recios, y no hay como que te maten a palos para entrar en razón. Fíjense que ahora hasta Errejón dice cosas medio sensatas sobre el poder judicial: la España posible es que te partan la cara. Pero aún queda. Los prescriptores de opinión, y muchos que han vivido de la bronca, se han cansado de la bronca de repente. Nos dicen orteguianamente «¡Españoles, a las policies!»; pero me temo que no esté el horno para bollos. Aún tiene que llover más antes de que pare y ya no se hacen policies como las de antes.