Biden y Harris o la cautela con lo que se desea
«Sin paños calientes: los políticos no son – o somos – estrellas, no es bueno ni emancipador para las sociedades democráticas que seamos concebidos así»
Conviene recibir con cautela lo que se desea, porque la vida a veces puede jugarnos malas pasadas. Acaba de concluir el periodo electoral más agónico y anhelado por todo el mundo: las elecciones presidenciales de EEUU. Sin duda, se trata de unos comicios muy importantes para todo el planeta por la fuerza – aunque ya no hegemónica – que tiene el país en cuestión. El final, además, ha sido feliz. Dos aguerridos demócratas se han hecho con la victoria, lo cual es justo celebrar y agradecer porque le han arrebatado el poder a uno de los más infames gobernantes de nuestro tiempo.
Pasadas las efemérides, estos días nos dejan también espacio para algunas reflexiones sobre nosotros mismos, porque a veces la forma en la que miramos dice mucho de cómo vemos. Sin paños calientes: los políticos no son – o somos – estrellas, no es bueno ni emancipador para las sociedades democráticas que seamos concebidos así. Es lógico que en países presidencialistas, como es el caso de EEUU, la figura del candidato sea lo que más espacio ocupe en la carrera hacia el poder. Sin embargo, esto no puede nublarnos la capacidad de valorar los proyectos políticos y su impronta ideológica. Quizás, si abusamos de estas lógicas basadas en los hiperliderazgos personalistas podemos caer en el riesgo de centrarlo todo en el quién y no tanto en el cómo. Biden o Harris han sido unos estupendos candidatos, no obstante, el análisis político exige mucho más, especialmente en un momento tan complejo como el que vivimos.
El cambio de paradigma que atraviesa el mundo requerirá de formas de gobernanza amplias y de búsquedas de consensos muy complejos a nivel internacional. Biden está llamado a una tarea que requerirá de muchos contrapesos, talentos y esfuerzos colectivos. Alcanzar el éxito pasará por buscar formas de colaboración con otras democracias en el mundo que permitan fortalecer y ampliar la respuesta a la pandemia, al cambio climático o a la revolución digital, por no hablar de la ingente cantidad de alianzas y acuerdos desmembrados por Trump que Biden tendrá que rehacer. Además, deberá conjugarlo con las relaciones necesarias con otros regímenes fuera de estos márgenes; aunque no por ello menos necesarios para garantizar el futuro del planeta.
Las sociedades democráticas, por lo tanto, deben ejercer su mayoría de edad valorando a los candidatos desde puntos de vista más amplios que las simpatías o el concepto del mal menor. Debemos ser capaces de valorar – y exigir – proyectos políticos que estén a la altura de los enormes retos a los que nos enfrentamos, no es para menos. En relación con ello, es indudable que el papel de Kamala Harris tiene un valor arrollador: que una mujer negra sea vicepresidenta de uno de los gobiernos más poderosos del mundo es un golpe de efecto abrumador que marca precisamente el cambio de era del que hablo. En contrapartida, la ruptura de este techo de cristal también debe llevar a preguntarnos cuál será la trascendencia de este hecho para todas aquellas mujeres que pisan suelos pegajosos. ¿Impulsará Harris políticas que contribuyan verdaderamente a que todas las mujeres tengan las mismas oportunidades que ella? Lejos de la desconfianza o la suspicacia, es una reflexión necesaria.
Por otra parte, Biden se enfrentará al reto de luchar contra las políticas identitarias que han marcado el mandato de Trump. Quizás sea un buen momento para abandonar el afán por entender a los votantes del magnate y apostar por proteger a los que lo han sufrido. Un revulsivo interesante podría ser recuperar uno de los anhelos programáticos de los sectores demócratas más a la izquierda: la protección sanitaria universal, ello entre otros derechos sociales, políticos y civiles.
Quisiera acabar este texto con una nota de esperanza: el camino recorrido por Biden desde el inicio de su carrera a la presidencia de EEUU hasta ahora está trufado de alianzas inteligentes, la más importante es la de sumar a Harris a su equipo de forma explícita. No podemos olvidar que en el proceso de primarias ella fue especialmente beligerante contra el que ahora será su jefe. Que Biden haya sido capaz de apreciar su talento y valía por encima de las discrepancias muestra un talante integrador que previsiblemente enriquecerá su futuro gobierno. No hay actitud más demócrata que la de saber valorar y reconocer al contrario. Lo dicho, recibámoslos con cautela pero con esperanza.