El manuscrito maldito de Josep Pla
«Pla, al describir la verborrea estéril de los políticos republicanos y las fatales consecuencias de su incapacidad, no disimuló su nítido adhesión al relato de la victoria franquista»
Antes de esa Fiesta del Libro, la primera que se celebraría tras el final de la Guerra Civil, Destino -la revista de la editorial- empezó a calentar motores. Si los lectores del semanario enviaban a la redacción el boletín cumplimentado que podían recortar en aquel número, podrían adquirir los dos primeros volúmenes de esa serie a mejor precio: en lugar de las 25 pesetas que valdrían en las librerías, ellos solo pagarían 20. Era la primavera de 1940 y ese proyecto editorial era pionero y podía ser excepcional: la historia de la Segunda República contada por Josep Pla. Estamos en los días más gélidos del invierno franquista. Se estaba consolidando un nuevo establishment cultural y viejos nombres se cruzaban con nuevos y los unos más los otros estaban consolidando el modelo cultural del fascismo español que, después de la victoria militar, estaba arrasando con tantos discursos precedentes. Y Pla estaba allí. Con los vencedores. Así debía leerse esa ambiciosa intervención editorial desde el periodismo político. Tendría éxito. A pesar de los problemas con el papel, los pedidos de los libreros demostraban que ese revisionismo interesaba a los lectores. «En el curso de la semana del libro aparecerá en los escaparates esta importantísima obra”, se leía en una propaganda de la semana del libro, “dificultades de última hora no permitirán distribuir a las librerías las cantidades de ejemplares previstas».
Quien mayor potencial parece haberle visto al libro era una de las figuras de ese nuevo establishment, una de las más influyentes en esa Barcelona franquista: el escritor Ignacio Agustí -director del semanario y responsable de la editorial-. Agustí revisó el original de Pla y, según dijo en un informe dirigido a la censura, él ya realizó una censura previa. Agustí usó sus influencias en la censura oficial para conseguir que el libro fuese autorizado, suscribió el contrato como editor y a principios de mayo redactó un breve cuestionario para que Pla vendiera bien los libros. Y Pla, al describir la verborrea estéril de los políticos republicanos y las fatales consecuencias de su incapacidad, no disimuló su nítido adhesión al relato de la victoria franquista: «Gracias a Dios hubo en España fuerzas sociales suficientemente sanas para que al impulso de un hombre providencial y la clase militar que nos ha salvado tantas veces en el curso de la historia -cosa que no existió en Rusia- pudiéramos invertir la situación».
No es extraño que a medida que ese momento oscuro de exaltación del discurso legitimador del franquismo se fuera apagando, Historia de la Segunda República Española empezase a acumular el polvo del descrédito de la propaganda intelectual. Pero en la primavera de 1940 el prestigioso Pla estaba reforzando el discurso dominante con aquella historia.
Tal vez porque Agustí algo sabía de la compleja gestación del libro, le preguntó a Pla cuándo y dónde lo había compuesto. «La obra fue escrita, día por día, en Madrid, durante la República y completada en Roma cuando al ser expulsado de un determinado país tuve que pasar por Italia camino de la España Nacional. En la biblioteca de la Embajada de España en el Vaticano encontré muchos papeles que me fueron de gran utilidad. Desde estas columnas doy las gracias al Rdo. P. Pou, bibliotecario del Palacio y fraile franciscano, por haberme dado todas las facilidades». Pero Pla, con esta respuesta, callaba lo fundamental sobre la génesis del libro. Algo sabíamos ya, más bien poco, pero desde ayer empezamos a saberlo todo. Ya ha llegado a las librerías la edición de un manuscrito inacabado de Pla: Història de la Segona República Espanyola. Este manuscrito no es de postguerra sino escrito durante la guerra. Más que un relato de propaganda del golpe reaccionario es un ensayo crítico sobre los sucesivos fracasos en la constitución de nuevos regímenes políticos en la España del siglo XX: el fracaso del gobierno Berenguer y el fracaso republicano.
Todo el complejo proceso de elaboración del manuscrito (que si Cambó lo consignó en sus magistrales dietarios, donde lo anotaba todo, alguien lo borró), ahora lo reconstruye el profesor Xavier Pla en su edición. Es una filigrana de historia intelectual.
Entre finales de 1937 y principios de 1938 el líder regionalista Francesc Cambó -al servicio de cuyo proyecto moderado venia trabajando Pla desde hacía una década- le hizo el encargo: sustanciar un discurso de impugnación del período republicano que posibilitase al catalanismo moderado no ser arrasado por la insurrección contrarrevolucionaria a la que el financiero Cambó había apoyado económicamente. Pla empezó a escribir en Roma de memoria y reciclando sus artículos publicados de La Veu de Catalunya, transcribiendo documentación oficial y adaptando su discurso a la interpretación que quería consolidar Cambó. Durante medio año el financiero, que vivía en un chalé en Suiza, estuvo revisando los capítulos que Pla le mandaba desde Roma. Llegaba el original manuscrito redactado en catalán, Adi Enberg -esposa de Pla que trabaja en las oficinas de Cambó- mecanografiaba el original, Cambó lo leía y se lo devolvía a Pla con sus comentarios.
Pero en algún momento, por motivos ajenos al texto (tal vez por las relaciones paralelas que también mantiene con Juan March), las relaciones entre Cambó y Pla se estropean. Josep Pla, que no para de viajar, conserva una copia del manuscrito cuya propiedad intelectual Cambó considera que es suya. Pero Pla sabe que la obra es suya y sigue reubicándose en ese tiempo crítico. Nuevos viajes lo acercan cada vez más a la intelectualidad falangista que tiene el poder cultural por encargo del todopoderoso Ramón Serrano Suñer, ya sea en Burgos o San Sebastián, y en cuyas oficinas se ha incorporado el equipo catalán que edita el semanario Destino. Allí estaba Agustí, por ejemplo. Y será en la primerísima postguerra y en el contexto de ese acercamiento al nuevo establishment en formación, que naturalmente se había dotado relato impugnador del período republicano -el que por ejemplo Foxá había novelado ya en Madrid, de corte a cheka-, cuando Pla modificará el discurso de su manuscrito catalán, lo reelabora y traduce al castellano para sustanciar el modelo cultural del primer franquismo. El humanista Joan Baptista Solervicens -colaborador de Destino y que al mismo tiempo trabajaba en el think tank que Cambó mantiene en Barcelona- logra revisar el manuscrito antes de que vaya a imprenta y convence a Agustí para que elimine frases críticas con Cambó. Desde Suiza Cambó recibe información sobre lo que ocurre y se indigna. «La propietat d’aquest llibre, doncs, em pertany a mi».