Elecciones del desencanto
«El secesionismo no está tan movilizado como sugiere el reparto de escaños. Quizás muchos votantes no quieran repetir el fiasco de 2017»
Contra todo pronóstico, el voto independentista no se ha refugiado en el Partido Popular de Pablo Casado. La combinación entre la valentía de Pablo Casado y la inteligencia de Teodoro García Egea no ha llegado muy lejos. De algún modo, la estrategia de contentar a quienes nunca te van a votar ha vuelto a fracasar, como lo ha hecho siempre. Quizás Pablo Casado se haya olvidado de que allí, en Cataluña, aún tiene votantes, o los tenía, y que asumir un discurso a la altura de Miquel Iceta no iba a ayudar a persuadirles.
Puede que Casado no se haya creído que es un nuevo líder del Partido Popular y que, por tanto, puede actuar de un modo diferente a sus antecesores; debe, en verdad. Porque antes tenía a su izquierda al PSOE y a su derecha a nadie. Pero ahora sus posibles votantes tienen más opciones. Ciudadanos ha logrado reducir su presencia en el Parlamento catalán a la sexta parte gracias a una combinación de abandono y estulticia que le hermana al Partido Popular. Y Vox ha recibido el premio de su audacia y falta de complejos. Casado tenía que haber hecho ver a sus votantes que el PPC era una opción útil a quienes no quieren sucumbir al torrente independentista. Pero no lo ha hecho, y lo previsible es que esconda su fracaso en una dimisión de Alejandro Fernández, el valiente Casado.
Los resultados parecen abrumadores. Los partidos independentistas recogen la mitad exacta de los votos, pero a ellos hay que sumar una parte pequeña del apoyo al PSC, que estaría dispuesta a apoyar una secesión, más otra parte no menor de En Comú-Podem. Pero no debemos perder de vista que se ha abstenido la mitad del electorado, y que los partidos abiertamente nacionalistas sólo han recibido el 27,6 por ciento del censo, diez puntos menos que hace sólo cuatro años.
El constitucionalismo se queda sin una referencia clara en Cataluña, tras el declive de Ciudadanos y la puñalada de Casado al PPC. El PSC todavía no ha decidido si quema las naves y se queda en territorio nacionalista o no. Es un partido veleta, que se acerca o aleja de uno u otro lado según sea la fuerza de uno u otro viento. Vox ha planteado bien su campaña, pero no puede aspirar a los más de 30 escaños que obtuvo Ciudadanos, o los que posee ahora el PSC.
Pero el secesionismo no está tan movilizado como sugiere el reparto de escaños. Quizás muchos votantes no quieran repetir el fiasco de 2017. Quizás sepan que el campo de juego se ha trasladado a Madrid; que el próximo paso es un acuerdo entre PSOE-Podemos y ERC et al para aprobar una suerte de referéndum que se pueda tapar con nuestra Constitución.
Han sido las elecciones del desencanto. Los optimistas nos podemos aferrar a la idea de que una sana convivencia es un proyecto ilusionante.