MyTO

Ganas de volver a verte

«Cuando me asomo al pasatiempo nacional de la pelota y sus circunstancias, prefiero no aburrirme, y Laporta me asegura el divertimento sin pausa con sus artimañas de eterno crápula siempre al borde de la decadencia»

Opinión

Andreu Dalmau | EFE

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Los barcelonistas estamos de enhorabuena. Y diría que también todos aquellos madridistas a los que les gusta odiar al eterno rival en todo su esplendor diabólico; o sea a la inmensa mayoría. Estamos de enhorabuena porque vuelve Jan Laporta. Tiene Laporta maneras de presidente de club de fútbol a la vieja usanza: lenguaraz, desmedido, excesivo, eufórico y euforizante. Sus críticos no le perdonan sus noches de farra en Luz de Gas, sus salidas de tono constantes y su gusto por el despilfarro. En cambio, sus admiradores recuerdan un palmarés envidiable que consiguió mantener de rodillas al madridismo durante unos años de fútbol coreografiado.

Reconozco que no soy de los unos ni de los otros. Simplemente, cuando me asomo al pasatiempo nacional de la pelota y sus circunstancias, prefiero no aburrirme, y Laporta me asegura el divertimento sin pausa con sus artimañas de eterno crápula siempre al borde de la decadencia. No hay que tomárselo demasiado en serio y diría que él mismo tampoco espera que nadie lo haga.

Probó suerte en política hasta que el sopor de las sesiones interminables le hizo desistir del servicio público. Nuestro hombre parece más dado a la acción rápida, a la emoción visceral y al impuso inminente. Por lo tanto, nada mejor que el palco de un rugiente estadio de fútbol para un animal que respira por las entrañas.

No va a defraudarnos y nos dará grandes tardes de gloria. Es un bocachancla en toda regla; un vacilón dicharachero que vive acostumbrado a caer de pie; un tipo que busca la notoriedad con la misma ansiedad con la que pide centro el rematador desmarcado. Por eso, nos congratula tener de vuelta a Laporta. Ahora sólo falta que pueda justificar sus celebraciones desmedidas y políticamente incorrectas con algún 2-6 que nos alegre de nuevo esta existencia lamentable y sin el más mínimo atisbo de épica.