A vueltas con la provocación revolucionaria
«Este 4 de mayo es la desembocadura de otra etapa subversiva, dolorosa. Que se resuelva con democracia, justicia y sin tiros en la cabeza»
El 13 de julio de 1936, los escoltas del líder socialista Indalecio Prieto, pertenecientes a una fuerza policial oficiosa y extralegal como era ‘La Motorizada’ del PSOE, raptaron en su domicilio al líder de la oposición conservadora y monárquica, José Calvo-Sotelo, cuyas críticas en el Parlamento habían sido severísimas para el Frente Popular en medio de una violencia creciente desde la llegada de éste al poder. Durante el traslado, uno de los guardaespaldas, Luis Cuenca, asesinó a Calvo-Sotelo con dos tiros en la cabeza.
Pocos días más tarde, los militares que estaban ya pergeñando una asonada contra el Frente Popular lograron el respaldo del general Francisco Franco desde su destierro en Canarias, y su alzamiento devino en guerra civil, que consumió a nuestro país durante casi tres años causando –ahí difieren los historiadores- entre medio millón y un millón de muertos.
Hay, pues, partidos políticos que en España tienen una experiencia histórica con las provocaciones para cambiar el rumbo de las instituciones democráticas, y hace 85 años lo hicieron porque esperaban que la revuelta del pueblo acabaría con los facciosos. Pero no acabó, porque una parte del pueblo no seguía ese camino y porque gran parte del ejército tampoco.
Puede parecer abusivo y oportunista traer a colación esas viejas historias de provocaciones políticas, pero el ambiente delirante en el que ha se ha ido sumergiendo la campaña electoral de unas elecciones meramente regionales como son las de Madrid hace casi indispensable recordar un pedazo doloroso de la historia de España y la presencia casi insoslayable de un partido político, el PSOE, desde la llamada ‘revolución de Asturias’ en 1934 hasta los extraños sucesos de marzo de 2004, en los episodios en los que se ha pretendido torcer el proceso democrático.
En este caso, como en 1936, el PSOE está en el poder. Esta vez, y esperemos que así siga, no tenemos más historia que unas extrañas cartas de amenazas convertidas por el Gobierno en brutales coacciones fascistas. Más de 80 años de éxitos y fracasos de un país que se empeña en normalizar su estatus democrático europeo pero se topa con asaltantes de conventos, prisiones franquistas, separatistas de disparo fácil y, en los dos últimos decenios, torpedeadores de la mejor Constitución que España ha conseguido nunca, conocen ahora unos últimos episodios lamentables.
El PSOE fue un partido revolucionario marxista hasta que durante unos años Felipe González impuso su reposicionamiento europeísta. Claro que, de por medio, también estuvo el GAL: las tradiciones centenarias no se descartan fácilmente. Este 4 de mayo es la desembocadura de otra etapa subversiva, dolorosa. Que se resuelva con democracia, justicia y sin tiros en la cabeza.