La Generalitat no vacuna «traidores»…
«¿Quién puede vivir y trabajar tranquilo en un sitio donde los gobiernos se cocinan en la cárcel, hay ciudadanos de primera y de segunda y se vacuna a los ‘buenos’ antes que a los ‘malos’?»
Quedas para comer cualquier día con alguien con mando en plaza en el actual Gobierno de España y, en algún momento entre el aperitivo y las lentejas, va y te suelta:
-¡Qué bien lo hemos hecho! Cataluña no va a independizarse nunca, el conflicto está desactivadísimo, esto lo arreglamos en un par de tardes, con un par de indultos, y encima habremos atraído a los separatistas a la normalidad democrática y constitucional…¿A que estás contenta?
-La felicidad que me embarga es tan completa que creo que me voy a desmayar…¿me pasas la cicuta?
-¿La qué?
-La sal, quise decir. Pásame las sales.
Una no es de quemarse a lo bonzo ni de ponerse en cueros en la vía pública para protestar, menos ahora que, siendo diputada en el Parlament, hay que honrar cierta gravitas. Pero sinceramente ya no sé qué más hacer ni decir para que se entienda que el problema que tenemos los catalanes no es de modelo de Estado. Es de ingeniería social. Es de novela de George Orwell. ¿Quién puede vivir y trabajar tranquilo en un sitio donde los gobiernos se cocinan en la cárcel, hay ciudadanos de primera y de segunda y se vacuna a los «buenos» antes que a los «malos»?
Es fea costumbre atacar a la gente por sus circunstancias personales. A la responsable en funciones de la Sanidad catalana, Alba Vergés (ERC), la critican mucho desde el sector porque no es médico. No tener ni idea de Medicina no debería inhabilitar en principio a nadie para dirigir la respuesta política a una pandemia mundial como el COVID-19, siempre que se sepa rodear de un buen cuerpo técnico y asesor. El primer valido sanitario de Vergés se llamaba Oriol Mitjà y salió tarifando. Acusó a la consejera Vergés de arrogancia y de ineptitud, alabó la gestión sanitaria de la Comunidad de Madrid -cuando decir eso en Cataluña viene a ser ahora mismo el equivalente de celebrar misas satánicas en la Sagrada Familia…- y acusó, en fin, a la Generalitat de ningunearle e ignorarle (a él, a Mitjà) para favorecer a otro médico institucional de cabecera, el actual director general de Salud Pública y candidato en firme de JuntsXCat a suceder a Vergés, Josep Maria Argimon. Por lo menos lo era hasta que le ha estallado en la cara el escándalo de que el gobierno catalán -tan disfuncional como en funciones- tomara la escalofriante decisión de postergar la vacunación de los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado en territorio catalán. Hasta el punto de que, por cada 9 ó 10 Mossos d’Esquadra, bomberos o policías locales vacunados, sólo lo están 1 ó 2 guardias civiles o policías nacionales.
¿Error humano o aberración política? Ante el lío, la consejera Vergés y el doctor Argimon convocaron una reunión de emergencia con los grupos parlamentarios catalanes a la que se les olvidó invitar a Vox: ¿serán los miembros de este partido los próximos en quedarse sin vacuna si no se pone serio un juez?
De la susodicha reunión Vergés y Argimon salieron nerviosos, muy nerviosos. Nerviosísimos. Normal si lo piensas: se arriesgan a ser condenados por prevaricación o algo peor (¿delito contra la salud de los trabajadores?) y la Justicia ha dejado claro que irá derecha a pedir cuentas personales a la actual titular de Salud. A este paso van a faltar cárceles en Cataluña para tantos presos polítics.
Pero no ha sido la consejera sino el médico, un profesional sujeto al juramento hipocrático, el aclamado doctor Argimon, actual chamán de la Generalitat y de la tribu, quien ha salido públicamente a acusar a «Madrid» de politizar la vacunación y al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de hacer el «ridículo» cuando exige vacunar sin excusas y sin dilación a policías y guardias civiles al mismo ritmo que a los Mossos: «Cumpliremos, pero para ello retrasaremos la vacunación de gente de 70 años, ahí lo dejo», zanjó.
¿Chulería a prueba de Covid o es que esta Generalitat no vacuna «traidores»? Si les espanta planteárselo, atención a este elocuente tuit de Carles Puigdemont desde Waterloo:
«Los que agredieron a ciudadanos al grito de, ‘a por ellos’, continúan privilegiados y protegidos por el sistema español. Les vacunarán pasando por delante de personas indefensas y pacíficas a las que golpearon de forma salvaje el día 1 de octubre de 2017».
¿Qué más nos tiene que pasar para que todos os deis cuenta de que estamos, no ya en manos de malos políticos, sino de muy pero que muy mala gente?