Reflexionar en serio
«¿Qué hacer cuando el máximo responsable del dislate es un hombre que ha vaciado su partido -¡todo un partido de Gobierno!- para apropiarse de las siglas en beneficio de la ambición de poder de sí mismo y de su camarilla?»
No hay ningún país europeo, ninguna democracia mínimamente respetuosa de sí misma, que tenga dentro del Gobierno a un partido que se afana, con sus hechos, en la voladura del Estado desde dentro de las instituciones de ese Estado. Eso, y ninguna otra cosa, es lo que significa que personas de la seguridad privada de uno de los dos partidos coaligados del Gobierno, que hombres al servicio personal de quien acaba de dejar de ser vicepresidente de ese Gobierno, sean autores de las patadas y agresiones contra agentes de la Policía Nacional que intentaban frenar a una agresiva marabunta de exaltados en un acto de campaña electoral de un partido adversario.
Este hecho, tan obvio, debería observarse sin las distorsionadoras lentes de simpatías partidistas. Debería ser indiferente cuál sea el partido que convocaba el acto electoral y quién sea el partido para el que trabajan los matones que agredieron a la policía. El dato objetivo lo resumió Jorge Calero, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, en un tuit: “Un partido del Gobierno contrata gente para dar palizas a la policía del Gobierno”.
Las agresiones -en las que una treintena de agentes y varios miembros del partido que celebraba su acto electoral resultaron heridos- ocurrieron el 7 de abril en la conocida como Plaza Roja de Vallecas. Las detenciones se produjeron el 15 de abril, tras el estudio de vídeos y fotos de periodistas que habían tomado imágenes de los altercados en su cobertura informativa del mitin de Vox. Pero la noticia de que dos de los detenidos eran de Podemos y, según la Brigada Provincial de Información, tuvieron un papel de liderazgo en las agresiones a la policía, tuvo que esperar al 1 de mayo. Esto sí es “periodismo crítico”, en este caso desarrollado por José María Olmo en El Confidencial. La aportación al periodismo crítico de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, fue matizar que solo uno de los detenidos está a sueldo de Podemos y que no es exactamente su guardaespaldas. Ya. El otro detenido sería alguno de los bukaneros antisistema que alguien envió para reventar el acto de Vox. Alguien… Ya.
Entre el 15 de abril y el 1 de mayo, el Ministerio del Interior nada dijo sobre la extrema cercanía y afinidad de esos detenidos (uno o dos) con el vicepresidente Iglesias y su partido Podemos. Sin embargo, entre el 15 de abril y el 1 de mayo, el Ministerio del Interior -junto a Podemos y al propio Partido Socialista, que lidera el Gobierno de coalición en España- ha desplegado toda su parafernalia informativa para poner el foco en otra muestra de violencia: las cartas anónimas con casquillos de bala dirigidas a Iglesias, al ministro del Interior y a la directora de la Guardia Civil, seguidas por la carta con una navaja dirigida a la ministra Reyes Maroto y remitida por un hombre que padece esquizofrenia.
Sorprendentemente, lo importante ha sido difundir anónimas cartas amenazantes, que dicen bastante más de los fallos de seguridad de los organismos públicos del Gobierno que debieron localizarlas antes de alcanzar su destino que de la identidad o motivación de sus ignotos remitentes. El último remitente se conoció enseguida porque la carta no era anónima; es una persona enferma. Mientras, el partido mayoritario de la coalición de Gobierno ha estado ocultando que su socio tiene miembros -o, como mínimo, empleados- que patean a la policía.
Es más que dudoso que en ninguno de los países con los que queremos compararnos sea sostenible esta concatenación de disparates. En democracia cedemos el monopolio del uso de la fuerza a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. A ellos y no a ninguna Schutzstafell podémica, a ninguna Patota de tres al cuarto. Es una cesión que el Gobierno, cualquier Gobierno elegido democráticamente, debe respetar y cuidar que se respete. O sea, justo lo contrario de lo que hicieron los matones de Podemos.
Hoy es jornada de reflexión y sería bueno dedicarla a reflexionar en serio, y no solo pensando en la jornada electoral de mañana. Empezar la reflexión con el maltrato a las instituciones por parte de quienes más responsabilidad tienen de velar por ellas. Continuarla con la reflexión del daño que está haciendo a la democracia española tener una coalición Frankenstein como sostén del Gobierno de España. Y concluirla con la más seria de las reflexiones: ¿qué hacer cuando el máximo responsable del dislate es un hombre que ha vaciado su partido -¡todo un partido de Gobierno!- para apropiarse de las siglas en beneficio de la ambición de poder de sí mismo y de su camarilla?
Son tres propuestas para una jornada de reflexión que debería prolongarse más allá del día de mañana.