¿Y ahora?
«Los españoles, hoy, han pasado página al estado de alarma pero les llega ahora el estado de inseguridad… y de incertidumbre»
Decía Pío Cabanillas, y decía bien, que «lo urgente es esperar». En recuerdo del ingenioso político que protagonizó tantas anécdotas, para regocijo de su club de fans, antes de hacer pronósticos sobre la vida que nos aguarda tras el levantamiento del estado de alarma, y hacer pronósticos también sobre el futuro de los dirigentes políticos y de sus partidos tras las elecciones madrileñas, toca aguardar un tiempo antes de ver cómo se desarrollan las cosas. Lo urgente es esperar, entre otras razones, porque los interrogantes son inconmensurables y nadie es capaz todavía de ofrecer respuestas.
Hay datos incuestionables en el plano político: que Sánchez y su equipo han sufrido un golpe del que se recuperarán difícilmente, si se recuperan, agravado por la humillación del sorpasso de Más Madrid; que al PP se le presenta buen futuro a poco que acierte Pablo Casado en la gestión del éxito inconmensurable de Isabel Ayuso, y que Podemos va directo al abismo, con su líder además absolutamente desprestigiado, tanto por sus decisiones políticas como por su contradictoria vida personal. Generalmente las contradicciones personales tienen un coste importante en la biografía política, la historia está plagada de ejemplos. Es incuestionable también que Ciudadanos es ya un partido de corto recorrido por los grandes errores cometidos por Rivera primero y Arrimadas después.
¿Y ahora? ¿Qué futuro espera a los españoles? Dejando al margen la política, la vida cotidiana está plagada de interrogantes que provocan inquietud. Por no decir angustia. Nada se sabe sobre la duración de la inmunidad de las vacunas, y si será necesario pincharse periódicamente para impedir una nueva pandemia. Nada se sabe sobre qué decidirán los jueces sobre el final del estado de alarma, sus resoluciones están lejos de la unanimidad y los ciudadanos vivirán el levantamiento según les pille su lugar de residencia. Nada se sabe sobre el futuro de los que hoy están en erte, y menos todavía de las medidas que tomará el gobierno para que puedan encontrar empleo los afectados por miles de eres. Por no saber, no se sabe tampoco cuándo llegarán los fondos europeos de recuperación, y qué cantidad corresponderá a España en el primer plazo; el Gobierno es experto en contradecirse a sí mismo y desmiente lo que recogió en el proyecto que envió a Bruselas. Lo único seguro es que nos crujirán a impuestos, una desgracia tras las desgracias causadas por el maldito virus. Y tampoco se sabe si, efectivamente, lo peor ha pasado, como se empeñan en decir los portavoces del gobierno.
Los españoles, hoy, han pasado página al estado de alarma pero les llega ahora el estado de inseguridad… y de incertidumbre.