THE OBJECTIVE
Marcos Ondarra

Socialistas anacrónicos

«La libertad, la igualdad y la fraternidad son principios con los que es difícil no comulgar, pero resulta que a mí, como a Valle Inclán, me falló la época»

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Socialistas anacrónicos

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Siempre he dicho que en otra vida fui socialdemócrata. La libertad, la igualdad y la fraternidad son principios con los que es difícil no comulgar, pero resulta que a mí, como a Valle Inclán, me falló la época y por eso debo defenderlos desde la derecha.

Digo esto porque resulta que el PSOE anda ahora empecinado en purgar a Nicolás Redondo y Joaquín Leguina. Y todo por haber cometido el pecado imperdonable de contradecir al líder y defender aquellas nobles causas por las que un día se movilizó la izquierda, hoy custodiadas por Isabel Díaz Ayuso -según ellos mismos-.

No se trata de impostar indignación ni de rasgarse las vestiduras. El desprecio de Pedro Sánchez por sus mayores no es sino el síntoma recurrente de un sectarismo más que acreditado. La sabiduría es virtud, como nos enseñó Sócrates, y por eso no cabe esperar otra actitud de un partido en el que Adriana Lastra ha hecho su cursus honorum.

Es evidente que el sanchismo no traga a toda una generación de socialistas venerables a la que se la trae al pairo el feminismo, el ecologismo, el lenguaje inclusivo y todas esas gaitas fatuas con las que desde Moncloa se intenta lobotomizar a las masas.

Y es que no hay mejor indicio de la deriva del PSOE que su relación con sus históricos, convertidos hoy en socialistas anacrónicos por sostener que no se puede gobernar con quienes tienen como pulsión primaria el odio al Rey, a la Constitución y a España. Quién iba a decirles que para mantener el carnet de socialdemócrata habrían de terminar defendiendo los privilegios fiscales, la desigualdad ante la ley por razón de sexo y la censuraO tempora, o mores.

Nótese que esa radicalización del discurso no habrá calado en los mayores pero sí en la militancia, que ahora canta «con Rivera no» mientras aplaude con las orejas cada pacto con Otegi. Por eso me extraña que un tipo como Alfonso Guerra quiera seguir ahí, aunque ya sabemos que el corazón tiene razones que la razón desconoce.

Si la sabiduría es estar dispuesto a cambiar de opinión, y si el partido ya no defiende sus ideas primigenias, lo mejor (y más coherente) es abandonarlo al menos hasta que vengan tiempos mejores, cuando Sánchez haya sido depositado en el vertedero de la Historia -donde ya figura Iglesias-.

Cuando Alberto Nahum García preguntó a Arcadi Espada por qué Jon Juaristi era el único de los intelectuales antinacionalistas que había abandonado el PSOE para apoyar al Partido Popular, éste respondió: «Jon siempre fue el más listo de todos». Pues eso.

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