THE OBJECTIVE
Beatriz Manjón

Safari en el tiempo S.L.

«Podría haber sido más ambicioso y planear la agenda 2100, cuando la mayoría estemos bajo tierra y los demás lo suficientemente desmemoriados»

Opinión
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Safari en el tiempo S.L.

Fernando Alvarado | EFE

La empresa monclovita de safaris en el tiempo ofrecía hasta la fecha excursiones de caza mayor al pasado para rematar a fachas dinosáuricos a tiro de callejero o resepultura. Solo le faltaba anunciarse en un cartel como en Un sonido atronador, de Ray Bradbury:

SAFARI EN EL TIEMPO S. L. / SAFARIS A CUALQUIER AÑO DEL PASADO. / USTED ELIGE EL ANIMAL. / NOSOTROS LE LLEVAMOS. / USTED DISPARA.

A fuerza de pisotear la realidad con tanto periplo temporal, el Gobierno acabó como el protagonista del relato de Bradbury, con una mariposa pegada a la bota, pero murciana. Así que ahora proponen viajar al futuro, mas no al inmediato, que es de pobres, sino al 2050.

«Ni está el mañana —ni el ayer— escrito», avisó Machado, y Sánchez se ha impuesto la tarea de redactarlo, empezando por hacer nacer al poeta en Soria y terminando por eructar estos «tiempos gaseosos» en forma de impreciso aliento adivinatorio. Tiene su mérito explorar las posibilidades futuras del 2050 en un país esquilmado por la pandemia donde la prospección más asequible es el palillo de dientes, pero podría haber sido más ambicioso y planear la agenda 2100, cuando la mayoría estemos bajo tierra y los demás lo suficientemente desmemoriados.

Es comprensible que el presidente haya sido incapaz de prever un plan alternativo al estado de alarma, ocupado como debe de estar en llevar la cuenta atrás de los días que quedan hasta el 2050. Se le junta, además, con su final countdown para la inmunidad de grupo. Sánchez, que sabe por el anuncio de colonia que en las distancias cortas es donde un hombre se la juega, prefiere la seguridad del espacio aéreo, de la pantalla o del largo plazo, y se relame con la idea de una España como la Kazajistán de Borat —¡el subdesarrollo sostenible!—, donde Nursultán rigió 30 años. Al menos no nos invitarían a Eurovisión.

Por retener el chorro de popularidad, los gobernantes suelen sufrir cintitis, una infección inaugural que lo mismo bautiza un mojón que una rotonda; pero el presidente va más allá y nos estrena el porvenir a la manera de un agente de seguros. La intención de inaugurar a cada rato el pasado y el futuro es clausurar un presente nada promocionable; pero a veces el futuro se rebela y en lugar de una carrera ecológica te planta una Marcha Verde. Es lo malo de mirar a las musarañas del ayer y del mañana, que se llega tarde al hoy. Ocurrió con la pandemia y ahora con el carajal planificado por Marruecos. El presidente ansiaba viajar al futuro, pero ha tenido que apearse primero en Ceuta, para abordar una crisis que, sorprendentemente, no se ha atajado con resiliencia, sino con treinta millones.

Cuando el presente es para llorar, todos acudimos al chupete del futuro: unas vacaciones, un reencuentro, el fin del mascarillato… ¿Pero qué tipo de cuidador acapara el chupete mientras el crío berrea? A este Gobierno, que tira nuestro tiempo por su ventana y busca nicho de futuro como si no tuviera bastante con los nichos del presente, lo presagió Esteban Martínez Serra: «Llegarán falsos profetas proclamando la desmemoria / y usurpando al futuro su derecho a inventarse». El futuro es el estriptis del presente.

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