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Marcos Ondarra

El futuro deseable (sic)

«Dicen nuestros magnánimos gobernantes que nos vayamos olvidando de comer carne, viajar en coche o comprar un piso, ociosos caprichos»

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El futuro deseable (sic)

J.J. Guillén | EFE

Estamos en los estertores del sanchismo. El PSOE se sabe en un callejón sin salida con el tema de los indultos y de ahí ese empeño reciente de Iván Redondo por desviar el debate político, aunque para ello se deba tirar por el barranco del dislate con planes aeroespaciales e informes distópicos.

Así ha surgido España 2050, aunque hay quien ha visto en la gallofa un intento desesperado de Pedro Sánchez, nuestro Eróstrato, por pasar a los anales de la historia con una última y sublimísima infamia. Y esa tesis también merece ser considerada.

Sí alberga interés filosófico, perdonen la pedantería, esa vocación creciente de nuestros dirigentes por la ingeniería social, por el desmembramiento de la familia y por vender su moralina ecofeminista como imperativo categórico. Sus monomanías no podían estar más desconectadas de las demandas sociales, pero bien que ha salido la izquierda mediática aplaudiendo la función. O tempora, o mores.

El futuro deseable ivanredondista es una distopía digna de Orwell. El ínclito imaginó una bota militar aplastando un rostro humano, pero lo cierto es que el neototalitarismo entra mejor con lenguaje inclusivo, resiliencia y superchería feminista. Sabíamos cómo se llamarían los fascistas del futuro, pero que los sumos pontífices de la nueva moral vendrían con ínfulas socialistas es relativa novedad.

Dicen nuestros magnánimos gobernantes que nos vayamos olvidando de comer carne, viajar en coche o comprar un piso, ociosos caprichos, pero lo hacen apelando a la sostenibilidad, la equidad de género y la moral de victoria, que la cursilería obliga.

Está bien que el PSOE nos adelante su proyecto de país. Los jóvenes tenemos un futuro incierto, pero ya sabemos que el partido va a ser invotable -por lo menos- hasta la segunda mitad de siglo, cuando España haya sumado 200.000 inmigrantes -cálculos monclovitas- para salvar nuestra demografía.

Nótese que la natalidad no preocupa a la izquierda. Acaso porque la familia es expresión máxima de anarquía y último espacio seguro contra el Estado. Por eso los más totalitarios han salido en tromba contra Ana Iris Simón: porque no quieren que nuestros hijos escapen de sus lobotomías.

La suya, la de Ana Iris, es la voz de quienes -a izquierda y derecha- abominamos de unas élites que nos quieren solos y sumisos para imponernos su agenda. Y más cuando esta lleva la cancel culture a nuestra gastronomía por obra y gracia de Alberto Garzón, enemigo acérrimo de la dieta mediterránea.

El futuro deseable (sic) es una Arcadia feliz en la que la gente plancha de madrugada, come grillos y vive en comunas. Todo ello con perspectiva de género y resiliencia. Pero no me sea reaccionaria, señora mía.

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