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Carmen Calvo y el humo ideológico

«A Carmen Calvo, como a la mayor parte de los políticos de mí país, no le importa que la factura de la luz sea elevada. Ella esquiva la verdadera problemática con el efecto del humo ideológico, que siempre es más llamativo»

Opinión

Pedro Puente Hoyos | EFE

  • Jesús Montiel (Granada, 1984) es autor de cinco poemarios que le han valido distintos reconocimientos, entre los que destaca Memoria del pájaro, Premio Hiperión 2016. Ha traducido Resucitar y Prisionero en la cuna, de Christian Bobin, al que considera su maestro. Ha publicado también un libro de aforismos, Silencio casi (Trea, 2020) y siete de narrativa: Notas a pie de instante (Esdrújula, 2018), Sucederá la flor (Pre-Textos, 2018), El amén de los árboles (Esdrújula, 2019), Señor de las periferias (Pre-Textos, 2019), Casa de tinta (Hiperión, 2019), Lo que no se ve (Pre-Textos, 2020) y La última rosa (Pre-Textos, 2021).

Carmen Calvo ha dicho que poner la lavadora de madrugada no es lo relevante, sino quién la pone, si un hombre o una mujer. Es verdad que es la respuesta irónica a la pregunta irónica que se le planteó en un foro de Cadena Ser: ¿De qué sirve que no haya toque de queda si hay que estar en casa a medianoche para poner la lavadora? Aun así, me tomo en serio su respuesta porque ejemplifica, creo, lo que viene sucediendo en la política desde hace tiempo. Lo que viene sucediendo en la izquierda, más preocupada por cuestiones identitarias que por los problemas prácticos de la clase trabajadora.

«Un político es un ciudadano menos», escribe Ramón Eder. Y la señora Calvo, con ese comentario, lo que hace en realidad es dibujar esa distancia entre su vida y la del ciudadano de a pie. Este es menos importante que el ruido ideológico. El que le preguntó apuntaba con el dedo un edificio de muchas plantas con muchas familias dentro. Ella desvió con su respuesta ese dedo hacia otro lugar más abstracto, el panfletario, un proceder propio del político de ahora, más tuitero que ejemplarizante. Seguramente ella no pone la lavadora ni plancha ni tiene que mirar su reloj al dar la luz de su salón. Imagino que, puesto que puede costeárselo, tiene a una persona encargada de los quehaceres domésticos, a la vez que ella emplea el tiempo en salvar a su país de la misoginia. A Carmen Calvo, como a la mayor parte de los políticos de mí país, no le importa que la factura de la luz sea elevada. Ella esquiva la verdadera problemática con el efecto del humo ideológico, que siempre es más llamativo.

Carmen Calvo ha dicho que poner la lavadora de madrugada no es lo relevante, sino quién la pone, si un hombre o una mujer. Pero señora Calvo, machismos aparte. Uno de mis hijos tiene las deportivas rotas, llevamos dos meses esperando para comprar la ropa de verano y algo más para reponer las manillas de las puertas de nuestro piso alquilado. Y uno tiene que redactar columnas como esta en la que hago como que me escucha para alcanzar el día treinta con menos vértigo. Aunque supongo que lo importante, lo que usted llama el temazo, son asuntos tan urgentes como quién pone la lavadora, si mi mujer o yo.