Negocio entre ladrones
«La gran baza de los nacionalistas es el deseo de Pedro Sánchez de ocupar el poder a cualquier precio»
Nuestro ministro de decencia pública, José Luis Ábalos, ha dicho de Oriol Junqueras que es nuestro Nelson Mandela. Lo cierto es que, aparte de su condición de preso, Junqueras tiene poco en común con el líder de la ANC. Le faltan el bautismo de fuego, el cómputo de las décadas entre rejas, la negritud de la que hablaba Luis María Anson, y un mínimo sentido de la reconciliación y la justicia. Pero lo que más le distancia de Mandela es el hecho de que Junqueras está en la cárcel tras haber violado unas leyes justas, y recibir la condena tras un juicio contradictorio y con todas las garantías. Bien, no vamos a pedir que Ábalos entienda la diferencia entre la Sudáfrica de los años 60’ y la España de hoy.
Junqueras ha escrito una epístola carcelaria al presidente del Gobierno ofreciéndole una nueva vía para desgajar a Cataluña del resto de España, al margen de la Constitución y, para el caso, al margen de la participación del único titular de la soberanía nacional, que es el pueblo español.
Junqueras reviste de moderación y predisposición al diálogo lo que no es más que una imposición. El secesionismo siempre exigió al Gobierno que indultara a sus líderes, y sólo planteó la exigencia de una ley de amnistía un minuto antes de que el Gobierno desvelase sus intenciones de eximir a los líderes del proceso del cumplimiento de las penas. Ahora el líder de ERC acepta que el Gobierno les conceda el indulto, como el niño pequeño que te concede que le perdones para no seguir con su berrinche.
Los términos de la imposición son claros: ERC sostiene al Gobierno porque de algún modo Pedro Sánchez les había prometido a los líderes secesionistas que la ley no iba con ellos. La gran baza de los nacionalistas es el deseo de Pedro Sánchez de ocupar el poder a cualquier precio. El riesgo de que se quiebre la continuidad de España o de que haya un conflicto civil no pesa tanto como el beneficio de mantenerse en el poder unos meses más.
Junqueras también le ha concedido a Pedro Sánchez otra imposición suya, que es la pretensión de que la secesión de Cataluña sea «pactada entre las dos partes». Incluso el nacionalismo más extremo sabe que sus planes no pueden salir bien si no están revestidos por un acuerdo político, aunque no esté amparado por la Constitución. La secesión unilateral es un farol que no se cree nadie.
Por supuesto, aquí no hay dos partes, sino un único sujeto titular de soberanía que es el pueblo español. Y, ni un gobierno autonómico puede hablar en nombre de una nación catalana que no existe, ni el gobierno español puede disponer de la soberanía nacional, y menos al margen, y en verdad en contra, de la Constitución Española. Este es un intercambio entre ladrones, entre dos partes que negocian con lo que no les pertenece.
Ahora lo previsible es que los gobiernos nacional y autonómico formen una mesa en la que llevarán a cabo la negociación ilícita, sobre un presupuesto aceptado ya por las dos partes: un referéndum al margen de la Constitución. De ahí a la secesión hay sólo un paso, o una guerra civil.