THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Estamos un poco cansados

«Tiene razón la ministra: estamos cansados de que nos digan lo que tenemos y lo que no tenemos que hacer. Porque, sobre todo, es una estrategia que emplean para ensanchar las distancias entre las diversas propuestas vitales, alimentar conflictos reales y reventar cualquier atisbo de un posible consenso»

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Estamos un poco cansados

EFE

El último enfrentamiento en el interior del Gobierno antes de la crisis de este fin de semana, que se ha querido enmascarar de relevo generacional e impulso reformador, fue sobre cómo conseguir el punto adecuado de los chuletones. O algo por el estilo. Porque sí, aunque seguimos sumidos en la incertidumbre de una pandemia que no cesa, el presidente y algunos de los ministros socialistas lanzaron puyas contra ese ministro que necesita inventarse su cargo – la caracterización es del presidente castellano manchego Emiliano García-Page-. Eso cuando no nos está recomendando en las redes sociales las frutas y verduras de temporada. En julio, por si no lo saben, debemos comprar sandías, melones, albaricoques o rábanos.

De todas las voces que escuchamos la semana pasada, quizá la más inesperada fue la de la ministra Reyes Maroto en Radio Nacional: «Estamos ya un poco cansados de que nos digan lo que no tenemos que hacer». Y no se trata de que sus palabras no fueran razonables. El problema es que proceden de alguien que está en un Gobierno que ha hecho de esta forma de entender la política su escudo y arma. Un Gobierno que, además, persevera en sus posiciones ideológicas escudándose en la banalización de la ciencia. Maroto no se detuvo ahí y recordó que las campañas publicitarias se debían hacer «siempre en positivo». Pero en la era del populismo y de las guerras culturales eso es improbable. Porque estas dinámicas cotidianas se alimentan de eso que los anglosajones llaman la señalización de la virtud y que podríamos definir como el postureo ético que, como constató David Foster Wallace, funciona principalmente para señalar y felicitar ciertas virtudes en el hablante. El Juan Palomo de toda la vida en su versión de filosofía política.

Se trata del espíritu de nuestro tiempo. Esta señalización de las virtudes busca afianzar la supuesta superioridad moral de las posturas propias frente a las de los adversarios políticos. Lo utilizan los gobiernos y las oposiciones de la mayoría de los países y alientan una polarización que levanta las fronteras del tribalismo político para escamotearnos los debates sobre la vida buena y las controversias morales, que nunca desaparecerán del todo. Tiene razón la ministra: estamos cansados de que nos digan lo que tenemos y lo que no tenemos que hacer. Porque, sobre todo, es una estrategia que emplean para ensanchar las distancias entre las diversas propuestas vitales, alimentar conflictos reales y reventar cualquier atisbo de un posible consenso.

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