Los chacales
«El ministro Garzón ha pasado a otros menesteres, como recomendarnos la fruta y verdura de temporada a primeros de mes»
Hoy empiezo con dos citas. La primera es de Talleyrand: «Todo lo exagerado es insignificante». La segunda, de mi padre: «No hay nada peor que un tonto con un palo». Nos hemos pasado unos días de palique sobre el ministro Garzón y los chuletones. Al ministro Garzón le montaron un ministerio de una secretaría de Estado para que se entretuviera y no diera por culo, un poco como cuando dejas a los niños en la piscina que no cubre. Tenía, eso sí, un único cometido, como nos informaron por tierra, mar y aire: acabar con el negocio de las casas de apuestas. Contaba con toda la opinión pública detrás, estábamos todos de acuerdo —de forma incluso algo sospechosa, si bien se piensa—. No debía ser tan difícil. Pero Garzón ha conseguido no sólo no acabar con la publicidad de apuestas en el deporte sino marcar cifras récord de negocio para las empresas de juego online. Es demasiado incluso para los cánones de inutilidad del personaje, así que hay que suponer, siquiera sea por piedad, que ha mediado alguna llamada del verdadero jefe de todos estos, el pirata dizque trotskista que manda en las cosas del fútbol y que ahora anda mendigando un rescate por las esquinas.
No hay nada peor que un tonto con un palo. Cautivos y desarmados los antros de apuestas, es un decir, el ministro Garzón ha pasado a otros menesteres, como recomendarnos la fruta y verdura de temporada a primeros de mes. Es un Txumari Alfaro con cartera y asiento en el Consejo de ministros; lo que tampoco puede extrañar porque, al lado de su lectura teletubbie del marxismo, recogida en obras magnas como ¿Por qué soy comunista? o Esto tiene arreglo, la homeopatía está al nivel epistémico de las ecuaciones de Maxwell. Hablando de Maxwell, la cosa electromagnética está jodida y no tiene visos de mejorar, pero el ministro Garzón ahí tiene poco que cortar. ¡Ni que estuviera para defender a los consumidores! El Gobierno en pleno no está para esas pequeñeces: aquí hemos venido a salvar el planeta, y el quinto Fruitti se ha conjurado para reducir el consumo de carne y, por ende, las emisiones, vale decir pedos, del ganado. Cómo sería la ocurrencia del ministro que el mismo presidente del Gobierno tuvo que salir a decir una frase chocarrera para cerrar el episodio; riéndose de paso de las recomendaciones del famoso informe España 2050 y dejando una vez más en evidencia a toda su corte de tiralevitas.
Mientras nos entretenemos con estas cosas, la vida va pasando y ha habido movimientos en el Gobierno y en el PSOE. ¡Vuelve el PSOE!, nos dicen los chatarreros de siempre, como si hubiera ya otra cosa en el partido, el Gobierno o las fuerzas vivas que no sea la camarilla de Sánchez. Se dan, no obstante, algunos movimientos de interés. A Ábalos lo mandan a una gozosa sinecura para que haga honor a su reputación de canallita vividor, y se quedan a cargo del partido Adriana Lastra y Santos Cerdán. A Lastra ya la conoce y ama el respetable; de Cerdán baste decir que es el muñidor de los acuerdos con Bildu. Sánchez se ríe también por tanto de las fantasmagorías del viejo PSOE «constitucionalista» y de quienes desde la derecha andan buscando reconciliación como boxeadores sonados. El PSOE realmente existente es esto y Sánchez se ríe de todos.
Cambia, por tanto, el Gobierno, el PSOE, cambia hasta la naturaleza y la función de los ministros, convertidos en dietistas, figurines o bufones, pero lo único que permanece siempre es la naturaleza del poder. Acabo con otra cita: «Noi fummo i gattopardi, i leoni; quelli che ci sostituiranno saranno gli sciacalletti, le iene; e tutti quanti gattopardi, sciacalli e pecore continueremo a crederci il sale della terra».