De nuevo, histrionismo para distraer
«Lo más significativo de esta última actuación es que este jueves no aparecía ni en ‘The New York Times’ ni en ‘The Washington Post’ ni una línea sobre la presencia de un, teóricamente, importante aliado de Estados Unidos»
Se ha ido Pedro Sánchez hasta Estados Unidos dentro de su renovada campaña de gestos y relaciones públicas destinada a encubrir otro revés político, en este caso el recrudecimiento de la pandemia ante el caos de medidas y de no-medidas con las que España ha recibido el verano. El viaje en sí mismo contradice las afirmaciones del presidente en su rueda de prensa americana: él hace las cosas, se enfrenta a los hechos, y la oposición sólo habla. Pues nada más que hablar, y con algunos periodistas y unos cuantos gestores de fondos de inversión, ha hecho Sánchez en este despliegue histriónico a lo largo del cual, naturalmente, no se ha reunido con ningún alto cargo gubernamental y, por tanto, tampoco ha reducido la desconfianza con que se le recibe en casi todas partes. Eso sí, ha podido oír nuevas críticas a la contrarreforma laboral por parte de los interlocutores empresariales con quienes intentaba dar un sentido, una importancia a su nueva excursión lejos de España.
Finalmente, lo más significativo de esta última actuación es que este jueves no aparecía ni en The New York Times ni en The Washington Post ni una línea sobre la presencia de un, teóricamente, importante aliado de Estados Unidos.
En el frente interno, la repetición de anteriores maniobras de distracción es pasmosa: de desenterrar a Franco se pasa a quizá desenterrar a José Antonio Primo de Rivera, asesinado durante la guerra civil, a echar a los frailes del Valle de los Caídos y quizá incluso a derribar su cruz. En el terreno laboral se abre la puerta a la función pública sin oposiciones. También se convoca a los presidentes regionales fuera de plazo a una reunión en la que Sánchez hablará lo que quiera y ellos, cinco minutos cada uno…
Añadan maniobras complementarias como el impuesto madrileño propuesto por Ximo Puig, las advertencias sobre la demolición de las presas para luchar contra el cambio climático -y de paso despoblar España, o más bien despoblarla ya del todo-, y el resultado de tanta cacofonía, sin una sola acción decidida para vacunar a toda la población contra el coronavirus, se parece demasiado al de fases anteriores de palabras sin contenido y sin acción.
Iván Redondo se ha ido o lo han echado -menudas lindezas le dedica en un libro Graciano Palomo-, pero es evidente que sus tácticas y métodos se aprendieron suficientemente. Y sigue la política de cortinas de humo mientras se acelera la partición de España y una ciudadanía aturdida, como drogada por el espectáculo, apenas reacciona. Bueno, si creemos la desfachatez del CIS de Tezanos, cada día confía más en nuestro gran líder, el falsario de la Moncloa. Es un momento terrible el que vivimos, en el que contemplamos incrédulos pero paralizados nuestra autodestrucción.