MyTO

Ignorancias prospectivas

«Señor presidente, si quiere realmente avanzar en la prospectiva elija para su oficina a alguien que esté en sus antípodas ideológicas»

Opinión

Fernando Calvo | La Moncloa

  • Historiador especializado en el mundo contemporáneo y profesor universitario. Bilbao, 1983.

Hace unos meses, mientras hacia una limpieza de papeles antiguos, me encontré con una publicación científica divulgativa que quizá compré en esos viajes correosos en tren en los que te abrazas a cualquier lectura que puede hacerte pasar el mal trago de la espera. La revista era un monográfico sobre los retos de las enfermedades infecciosas en la era de la globalización. La volví a ojear antes de tirarla a la basura. Y hubo un texto que me llamó la atención sobre todos los demás. Se trataba de una reflexión sobre modelos matemáticos para prever epidemias a escala mundial. Las conclusiones del trabajo eran tan simples como demoledoras. A saber, que nuestras sociedades seguían siendo muy frágiles ante las amenazas de virus o bacterias y que las pandemias del futuro se extenderían gracias a los aeropuertos. Entre nosotros, este último aspecto fue materia de discusión tribal – más emocional que racional- en momentos concretos del enfrentamiento entre Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. La siguiente polémica llegó sin avisar, aunque ya no sepamos cuál fue, y ese debate se quedó en ese territorio del olvido en el que acaba toda munición partidista que ya no es útil a los intereses del momento.

La trágica y caótica retirada occidental de Afganistán me ha hecho recordar aquellas páginas. Es imposible que los guionistas de una serie como Homeland tuvieran mejor información sobre el país que los miles de expertos sobre el terreno. Sabemos que no fue así. Muchas voces, dentro y fuera de las diferentes administraciones, habían avisado de lo que podía suceder ante un contexto como el actual. Pero las decisiones políticas tienen una agenda que no siempre concuerda con la realidad o, mejor dicho, esta no suele encajar con ninguna de las agendas establecidas. Todo se complica si, además, juntas a cuatro de los mejores especialistas a discutir en torno a una mesa: con toda probabilidad tendrás siete y ocho opiniones distintas. El chiste lo he escuchado sobre economistas, sociólogos o biólogos. Así que algo de cierto habrá en la descripción. Porque la ciencia tiene mucho más de verbo que de sustantivo y explica mejor que prescribe. 

Nuestros gobiernos tendrían que hacer mucho más estudios prospectivos y análisis contrafactuales. Pero no deberían dejarlo en las manos de sus asesores, de algún miembro de sus partidos o de académicos afines. Porque ese fue el principal problema de aquel informe España 2050. Su tono sonaba demasiado a los designios gubernamentales. Fuera de las cámaras de eco mediáticas, a la mayoría de los españoles aquel ejercicio se la trajo al pairo porque les ocupaba mucho más las dificultades de su presente. ¿Cómo van a saber leer la España de los cincuenta si no vieron venir el azote de una pandemia que estaba delante de nuestras narices o no han sabido predecir la catástrofe afgana? Por eso mismo, señor presidente, si quiere realmente avanzar en la prospectiva elija para su oficina a alguien que esté en sus antípodas ideológicas. Seguramente también falle estrepitosamente, pero al menos no parecerá una opereta bufa de cartón piedra cuando lo improbable llame a nuestras puertas y no sepa qué responder.