Al final de la escapada
«La Diada de este fin de semana pinta a un final de la escapada en la que el tono reivindicativo no llegará a esconder una evidente fatiga y frustración de un movimiento que se creyó todo y no es más que una parte minoritaria de una región que vivió -qué duda cabe- días mejores»
Muere Jean-Paul Belmondo con una vida hecha de 88 años. Se va una parte del cine de autor europeo. Un rostro que lo encarnó. Nos vamos quedando solos sin la mitología fundacional del siglo XX. El cine ya forma parte de una educación sentimental caduca más dada a la nostalgia de filmoteca que al estruendo de la sala de estreno. Como dejó escrito la gran dama Simone Signoret: la nostalgia ya no es lo que era. Maravilloso título que resume la paradoja melancólica del cinéfilo.
Dejando a un lado el cine y atendiendo a la actualidad urgente de la política de estos lares, nos encontramos con el preludio inefable de otro 11 de septiembre de reivindicación nacionalista. Este año llega descafeinada. Es por ello que desde Waterloo, Carles Puigdemont se saca de la manga la enésima misiva que llama a prepararse para la confrontación con el Estado. Obviamente, lo de este hombre es pura pantomima y aspaviento desesperado, pero muestra a la perfección la división que vive el independentismo entre la realidad y el deseo.
Si Waterloo es el deseo de una confrontación abierta e imposible, ERC apuesta por una mesa de diálogo posibilista que responde a la realidad de que la vía unilateral es una quimera. Eso no es óbice para que el gobierno catalán se empecine en unas reclamaciones que se inscriben en unos anhelos legítimos pero que ahora mismo no tienen mucho que ver con las necesidades y las preocupaciones de la sociedad catalana.
Así que la Diada de este fin de semana pinta a un final de la escapada en la que el tono reivindicativo no llegará a esconder una evidente fatiga y frustración de un movimiento que se creyó todo y no es más que una parte minoritaria de una región que vivió -qué duda cabe- días mejores. Sin embargo, como decíamos a propósito de Belmondo y de la nostalgia de Signoret, la melancolía no hace más que ahondar en una insalvable sensación de pérdida irreparable.