THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Plata o Plomo

«Todo individuo tiene derecho a pensar como quiera en una democracia (pero ¡ojo!, no en un sistema comunista). Por ejemplo este artículo no podría ser publicado bajo un régimen comunista, yo sería inmediatamente reprimido»

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Plata o Plomo

EFE

Uno tiene convicciones fuertes y bien enraizadas. Son fruto de la experiencia personal, del estudio, de la educación recibida, de la lectura, del proceso de prueba y error, de escuchar a los que saben y a los que solo dicen sandeces, de observar el mundo con detenimiento, y sobre todo, de reflexionar sobre opiniones contrarias a las que uno posee.

Por eso, cuando leí el comentario de Yolanda Diaz (vicepresidenta del gobierno de España) en su prólogo de la reedición del Manifiesto Comunista, me quedé pasmado: Hay muchos marxismos en Marx y esa diversidad hace perdurar su pensamiento. En este prólogo a una nueva edición del Manifiesto Comunista reflexiono sobre el poder transformador de un texto fraternal, apasionado en su defensa de la democracia y la libertad. 

En la actualidad el conocimiento y los datos históricos están al alcance de la mano de cualquier persona. Por lo tanto, habiendo todos estudiado las desgracias del totalitarismo soviético, el muro de Berlín, el trágico Gran Salto Delante de Mao, las masacres de Stalin, la represión del totalitarismo cubano, el terror de Corea del Norte (que curiosamente ahora ha dejado de autodefinirse como comunista desde el 92, tras la caída de la Unión Soviética), de los Jemeres Rojos de Vietnam, de las bandas terroristas revolucionarias de América Latina (Sendero Luminoso en Perú entre otros), de la banda criminal ETA (socialista y revolucionaria)… etcétera, debería estar meridianamente claro que el comunismo es todo menos Libertad y Democracia.

Pero, con ánimo de dar una oportunidad a los que piensan diferente, y para poner en duda mis propias convicciones, antes de escribir este articulo decidí leer decenas de artículos aparecidos en los medios de izquierdas apoyando sus palabras, poniendo en entredicho la historia, y justificando el comunismo como paraíso terrenal. Había que darle una oportunidad a la opinión contraria para reflexionar, teniendo como guía en este proceso a Karl Popper, cuando decía que «el aumento del conocimiento depende por completo de la existencia del desacuerdo».

Les adelanto que pese algunos matices interesantes que he aprendido, en este caso es imposible cambiar de idea sobre la tozuda realidad.

Empecemos por definiciones, que no opiniones o desacuerdos. Según la RAE la Democracia es un sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes. La Libertad es en los sistemas democráticos, el derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas. Por el contrario, el comunismo se define como movimiento y sistema político, desarrollados desde el siglo XIX, basados en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción.

Hasta ahora, los conceptos arriba citados de supresión de los derechos básicos de propiedad privada y la eliminación de una parte de la sociedad o de sus derechos mediante la lucha de clases parece que no casan ni con Democracia ni con Libertad.… ¿Estamos de acuerdo?

Recordemos que el comunismo basa sus planteamientos en llevar a cabo una revolución, e implantar su régimen a la fuerza (lo cual nunca es «libre ni democrático», que yo sepa), proceso en el que siempre acaban cobrándose las vidas de sus opositores. Por eso, el comunismo aplicado a la realidad es matemáticamente cinco veces más sanguinario que el fascismo, por ejemplo (101 millones de muertos contra 17 millones; Fuente Los diez dictadores más sanguinarios del Siglo XX . Pese a que esta comparación es en sí misma absurda, creo que merece la pena mencionarla puesto que es un hecho incontestable.

Por descontado, todo individuo tiene derecho a pensar como quiera en una democracia (pero ¡ojo!, no en un sistema comunista). Por ejemplo este artículo no podría ser publicado bajo un régimen comunista, yo sería inmediatamente reprimido. No obstante, yo creo en la libertad, y por ello respeto el derecho de los comunistas a serlo. Pero si uno es comunista, tiene que tener la honestidad intelectual de defender sus ideales con rigor. Puede mantener con la cabeza alta que el PCE fue un protagonista y actor principal en la Transición (recordemos las palabras de Santiago Carrillo: «Quien primero planteó la necesidad de superar la Guerra Civil y la reconciliación de los españoles fue el PCE.»). Puede apoyarse en las conquistas sociales y los derechos que gracias a su fuerza y capacidad logística consiguió el movimiento obrero a principios de los anos XX. Puede recordar la belleza del concepto utópico de igualdad (aunque al final es igualados todos por abajo, menos sus élites, que viven como aristócratas), pero nunca, nunca, puede equiparar comunismo con Libertad y Democracia. Es un oxímoron.

Es importante comentar que,  durante el Siglo XX, comunismo, fascismo y liberalismo libraron una terrible batalla. También en nombre de la religión, de la democracia y del liberalismo se han cometido innumerables atrocidades, no hay duda. Podríamos contar los muertos de cada uno de los movimientos políticos en el Siglo XX, pero la clave no está en el número de víctimas  sino en la sistemática eliminación del adversario (o de sus derechos fundamentales) que implantan los regímenes comunistas cuando alcanzan el poder. Da pena leer a algunos articulistas o escuchar a algunos tertulianos defender al comunismo en relación a los millones de muertos que carga sobre sus espaldas argumentando que ni «Mao, ni Stalin eran verdaderos comunistas». Parece ser que tras más de un siglo de decenas de experiencias totalitarias comunistas, aún no se ha implantado el verdadero comunismo.

Es posible que la vicepresidenta aludiese en su prólogo a una versión descafeinada y minoritaria (a nivel mundial) del comunismo, el llamado “eurocomunismo”, creado en 1977 por dirigentes de varios partidos comunistas europeos, Enrico Berlinguer (PCI), Georges Marchais (PCF) y Santiago Carrillo (PCE). Pero en este caso estaría también muy equivocada. Este nuevo movimiento fue una versión táctica del movimiento político para sobrevivir ante el ejemplo sangrante del fracaso de la URSS y del comunismo. Aceptaba la democracia (pluripartidismo) y se acercaba a la clase media capitalista. Pero, partiendo de los planteamientos originales de Marx y Engels, podríamos decir que el eurocomunismo traiciona las bases del Manifiesto Comunista. Sin el materialismo dialéctico e histórico, bases del marxismo, eliminando de su agenda la revolución violenta del proletariado y la mayor parte de las premisas de estos sobre la lucha de clases, el eurocomunismo se asemejaría a la socialdemocracia. Por lo tanto nada que ver con el Manifiesto Comunista.

Recordemos también, que el muro de Berlín no se construyó para evitar que los hombres libres huyeran hacia el sistema comunista de la Alemania de la RDA, sino precisamente para todo lo contrario, para impedir la huida masiva de sus súbditos bajo el yugo comunista hacia al Alemania libre. Recordemos que más de 100,000 almas intentaron desesperadamente huir a través de la frontera interalemana, arriesgando sus vidas y 600 fueron abatidas y decenas de miles encarceladas. Que quede claro, el comunismo ha sido un fracaso estrepitoso en donde se ha instaurado. Es un hecho probado, reciente y que no plantea discusión.

Creo que nuestra vicepresidenta actúa con falta de rigor, populismo y mezquindad al mentir de manera descarada sobre este tema. También considero que nuestro Presidente del Gobierno es cómplice, por incluir representantes y defensores de este movimiento político liberticida y antidemocrático en el gobierno de la nación. ¿Dónde está la Memoria Histórica en este caso, y por qué esta famosa ley solo se refiere a los muertos del lado franquista y no a los del comunismo?

Culpables también de esta contradicción son algunos medios de comunicación de izquierdas, y muchos intelectuales de la «izquierda caviar», estos que tantos aspavientos hacen cuando se refieren al fascismo o a la extrema derecha democrática, y sin embargo, cuando se trata de comunismo se arredran, miran a otro lado o recuerdan con simpatía esta desconcertante contradicción.

Si confundimos comunismo con libertad y democracia acabaremos desorientados y sin rumbo, conducidos a un matadero como el de Venezuela, en el mejor de los casos. Recordemos que la libertad es un tesoro que hay que luchar por mantenerla con vida. Recordemos la cita de Ronald Reagan recogida en mi último artículo Libertad sin Ira: «La libertad nunca está a más de una generación de su extinción. […]. La única manera de que hereden la libertad que hemos conocido, es si luchamos por ella, la protegemos, la defendemos, y luego se la entregamos con las lecciones bien dadas de que ellos en su vida deben hacer lo mismo. – 1961».

Ante la obviedad de estos simples planteamientos, que no son más que meros recordatorios históricos, no queda otro recurso que apelar al rigor intelectual, al buen juicio y a la unidad de los demócratas contra todos los liberticidas de cualquier signo. Hay que mantener al lobo alejado del rebaño.

La revolución comunista solo es plata o plomo.

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