Nadie es como pensamos
«Bendita la compasión, que nos coloca en otro corazón para descubrir qué corazón es el nuestro»
Nos pasa a todos: estamos seguros de conocer a una persona y no movemos ficha, nuestra creencia no se modifica con el curso de los años, la enterramos en un esquema y ya está, eso nos hace sentir seguros. Hasta que un día, acaso tarde, descubrimos que esa persona no era así, tal y como pensábamos. Que nos hemos perdido algo: esa persona era en realidad un mundo desconocido en el que podíamos entrar y maravillarnos.
La señora Olive, por ejemplo, no soporta a su nuera Anne. Entre las dos hay tirantez; pero Olive, en un momento dado, intenta ser afable, hace un esfuerzo y le pregunta a Anne cómo le va la vida. Para su sorpresa, Anne le responde que su madre acaba de morir; y además ha muerto poco después de haber parido ella a un niño muerto, tras un aborto natural. La tragedia de Anne conmueve a la sorprendida Olive, que hasta ahora vivía ajena a este dolor recién descubierto. Removida por un sufrimiento que no es suyo, se pregunta:
¿Quién eres, Anne?
El sufrimiento de Anne ha desintegrado sus esquemas. Es un momento mágico, que suena como la cáscara de un huevo al romperse. Anne no es la nuera reticente, aquella mujer con la que apenas conversaba más que lo que exige el protocolo, sino alguien con un corazón gemelo, que está sufriendo y merece ser consolada. A la que sin embargo desatendió durante años, igual que a una pizarra con ecuaciones. Es algo que nos pasa, ya digo: alguien que no nos cae de repente, en una conversación cualquiera, revela una herida o confiesa una ansiedad y descubrimos entonces a otra persona dentro de esa persona que no considerábamos. Ha perdido a su hijo, o a su madre, o sufre una depresión o se ha divorciado o tiene cáncer y ya no es una idea sino alguien con nombre, una historia parecida a la nuestra, otro ser que comparte nuestro destino.
Bendita la compasión, que nos coloca en otro corazón para descubrir qué corazón es el nuestro.
Anne y Olive, aunque son dos personajes ficticios de Elisabeth Straut, revelan de manera magistral una realidad del corazón humano: podemos convivir con alguien durante décadas sin saber lo que le hace sufrir. Y si no lo sabemos, claro, el amor es imposible. El amor aparece solamente a partir de ahora, cuando Olive conoce el sufrimiento de su nuera, lo que le aflige. El dolor, al compartirse, crea una ligadura. La señora Olive ha dejado de estar entretenida consigo misma y ahora es Anne quien protagoniza sus pensamientos. Un corazón semejante al suyo, en el que se reconoce