La paja en el ojo izquierdo
«Mientras la derecha se emplea a fondo en interpretar los puntos ciegos de la izquierda asistimos a su descomposición ideológica más evidente»
Quizás sea cierto eso de que la izquierda, en todo su amplio espectro, no tiene remedio. Hablamos de un espacio político en eterno conflicto, donde los debates se enquistan y se prolongan hasta la extenuación. ¿El resultado? Cientos de facciones, corrientes, proyectos. También puñados de análisis tratando de dar con un diagnostico. Para muchos, la izquierda -o su traducción práctica en forma de socialdemocracia- está agotada por inoperante.
Para otros, la izquierda es excluyente, caviar o directamente incoherente. Ahora, además, asistimos a intensos debates que enfrentan al progreso con la tradición mientras acompaña de fondo la fractura territorial, que incorpora como novedad las variables de lo urbano y lo rural. En definitiva, un sinfín de ideas, conceptos, propuestas y análisis de las que solo se desprende un hecho: la izquierda está en ebullición y eso es síntoma de que interesa. Resulta curioso, sin embargo, que gran parte de las críticas que describo vengan apuntadas por grupos de opinadores -entre otras categorías intelectuales- vinculados a la derecha.
Como decía, conservadores y liberales parecen estar especialmente interesados en señalar a sus antagonistas. Esta podría ser una buena estrategia si acompañara a un corpus ideológico bien armado y orientado a plantear respuestas amplias capaces de imprimir cierto optimismo, algo que parece no estar sucediendo. Al contrario, el Partido Popular se obstina en sostener un artefacto que en política puede ser explosivo: abogar por el mantenimiento del statu quo como proyecto político posible. Parece impensable que en una sociedad como la española haya partidos moderados oponiéndose a la muerte digna o al abordaje de problemas estructurales como la vivienda o el cambio climático. Menos aún que la alternativa sea conservar lo existente en un contexto que ha cambiado para siempre. Además, el argumento permite una vuelta de tuerca más, y es que incluso en un ejercicio de desafío estratégico, las Comunidades Autónomas gobernadas por la derecha suelen amenazar con no cumplir las disposiciones del gobierno central. ¿Qué sucedería si cualquier territorio gobernado por un partido de corte nacionalista se alzara vociferante contra el gobierno, en el ejercicio este de alguna de sus competencias? La derecha no perdería la ocasión de señalar la debilidad del Ejecutivo ni de denunciar a voz en grito la ruptura de España. Sin entrar, por otra parte, en la afrenta institucional que representan estas maniobras.
En definitiva, el espacio político conservador y liberal no solo no plantea un proyecto político atractivo sino que tiene problemas para mantener la coherencia y la consistencia. Es síntoma también de ello el hecho de que sea difícil saber cual es la corriente que define actualmente al Partido Popular: ¿el liberalismo madrileño?,¿el intento conservador de Casado? No obstante, este fenómeno no se circunscribe al PP; el reciente alegato de Begoña Villacís en favor de la adopción de mascotas ha dejado helados a cuantos hemos escuchado sus eternas peroratas en favor de la libertad para tener hijos mediante gestación por sustitución.
Mientras la derecha se emplea a fondo en interpretar los puntos ciegos de la izquierda asistimos a su descomposición ideológica más evidente. La próxima negativa sin alternativa aparente que plantean los populares -junto a Vox- se debate esta semana en el Congreso de los Diputados y se trata de la Ley de Libertad Sexual. Resulta paradójico que se hayan abonado a una de las consignas que más han ridiculizado, el no es no. Ya conocen el refrán de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.