Coloquios de pájaros
«El día 12 se pitó a Sánchez y ha sido piedra de escándalo nacional, bien entendido que la nación es la cadena SER»
Borges nos cuenta la historia del remoto Simurg, el rey de los pájaros, tal como la refiere el persa Attar: los pájaros se conjuran para buscar a su rey y acaban descubriendo -tras muchas pruebas, como en la serie del calamar– que ellos, los treinta que quedan al final del viaje, son el Simurg. Aquí tres tíos se han puesto a escribir y han descubierto que son una novelista de éxito. No es tanto un sokal de los penes como una revelación sufí: al final del camino, el espejo les devuelve la imagen de Carmen Mola (y de un millón de pavos). A Attar se lo apiolaron los mongoles, que no estaban paran sutilezas, cuando tomaron Nishapur. El poder siempre tiene sus razones.
Hablando de pájaros, el día 12 se pitó a Sánchez y ha sido piedra de escándalo nacional, bien entendido que la nación es la cadena SER. Ahora, después de tantos años de hacerle la rosca, lo que toca es leerle la cartilla al respetable. De hecho, llevamos un tiempo acreditando que la prensa no está para vigilar al poder sino para leerle la cartilla a la gente. Más o menos lo que tardaron en llegar los buenos al poder. La pandemia ofreció momentos excelsos, pero el tema no se agota ahí. Es nuestra versión nacional de la accountability: los poderes formales e informales escrutando en concierto si el personal se porta como debe.
Como ya decíamos, cada vez queda menos espacio entre lo ilegal y lo obligatorio. Ya no vale con que algo sea de mal tono, fuera de lugar, una catetada incluso: tiene que ser antidemocrático, iliberal, totalitario. Pitar es antidemocrático. Hombre, hombre. Lo que hay que hacer a lo mejor es rodear el Congreso e intentar abrirle la cabeza a una diputada con una lata, o tirarle pis y enseñarle un culo peludo y vibrátil; entonces seguro que empiezan a aflorar los motivos. Hay pitos malos y culos buenos, pero se armó un escándalo cuando Vargas Llosa habló de «votar bien» el otro día. Lo hizo además en casa de la oposición, que tiene que andar con pies de plomo para que no la recusen.
Se vigila al personal y se vigila a la oposición. Al Gobierno parece que ya menos. La semana pasada supimos -otra vez, como en el chiste del que se ausenta por defunción- que los informes de expertos para la escalada no existieron. Y los expertos… alguno andaba por ahí dando entrevistas, como si fuera Sara Montiel. No hay pájaro al que no se atrape por la vanidad. Está la vanidad de ser lo que no eres y la vanidad de ser lo que eres a todas horas, con avaricia, con ferocidad, sin remedio. La pandemia nos dejó a Miguel Lacambra, heterónimo pessoano o politólogo colectivo del sanchismo, como El País era el «intelectual colectivo» de la Transición. «Contengo multitudes», decía Whitman, y en este caso eran las multitudes de aliados con rebequita del 8M de 2020. Un Leviatán de pantuflos.
Vamos a terminar una columna sobre comités e imposturas sin citar El hombre que fue jueves, me reconocerán el mérito. Anarquistas ya no quedan porque a ver quién renuncia a un ministerio o una secretaría de estado en estos tiempos. Ni los banqueros son ya anarquistas: son gretistas o feministas de cuarta ola. Pero conspiraciones hay unas cuantas, y a cual más chatarrera. Yo me imagino que los expertos del comité de desescalada, como los pajarillos del poema persa (a los que guiaba la abubilla, la más lista de las aves), pasaron los siete valles y penalidades sin cuento para toparse al final del camino, en el espejo, con el rostro de Pedro Sánchez, el rey de los pájaros.