Lo inmoral en la moralidad
«La verdadera defensa debería prescindir del juicio moral o estaríamos utilizando el mismo argumento del que quiere censurar. Del otro. Es el mismo instinto y, por lo tanto, puede llegar a provocar las mismas reacciones y tener las mismas consecuencia»
Un magistrado ha corregido la sentencia previa de una jueza que ordenaba la retirada cautelar de una treintena de libros de centros educativos en Castellón de la Plana. El intento de censurar libros es, en sí mismo y sin necesidad de más detalles, una mala noticia. Lo mollar no es quién interpone la demanda ni la temática de los libros, ni el nombre de los autores. Aquí lo importante, lo grave diría yo, es que se retiren libros. Los que sean. Y aquí se acabaría esta columna, señores. Pero no. Continúo.
Quien interpuso la demanda, porque consideraba que la presencia de estos libros en centros escolares no era pertinente por su temática LGTBI, es la organización Abogados Cristianos. Y lo hacía con base en un juicio moral: que son una ofensa a los sentimientos religiosos. Lo curioso del caso es que la defensa por parte de autores e instituciones era desde la perspectiva de otro juicio moral, particular y propio: el de que son libros que fomentan la inclusión, el respeto a la diversidad y la tolerancia. Y aquí es donde me hace a mí catacróquer la cabeza y me asaltan más dudas que certezas. ¿Cambiaría la película si los libros no fomentasen la inclusión y el respeto a la diversidad, si los despojamos de su cualidad moralizadora y aleccionadora? ¿Los convertiría eso en censurables y estarían, entonces sí, a favor de la medida? ¿Permitirían ellos, en nombre de esa misma diversidad y tolerancia, que representantes de Abogados Cristianos repartiesen un número similar de libros que ellos consideren moralmente necesarios, que fomenten los valores que ellos consideran primordiales e imprescindibles? ¿O habrían presentado una demanda para su retirada si fuesen ellos los que se hubiesen sentido ofendidos en sus convicciones? ¿Hay alguna diferencia entre la retirada de estos libros y la de Caperucita Roja o La Bella Durmiente, entre otros, en 2019 de un colegio barcelonés por ser considerados tóxicos por entidades feministas?
Hablaba hace poco con el psiquiatra Pablo Malo, autor del imprescindible y recientemente publicado Los Peligros de la Moralidad, y lo hacíamos, precisamente, de la paradoja de cómo la moralidad pueda llevarnos a legitimar la inmoralidad. Y este caso me remitía a aquella conversación, como ejemplo perfecto. Unos y otros, desde nuestra propio e íntimo juicio moral, justificamos el mismo hecho si lo hacemos nosotros, y lo condenamos cuando es llevado a cabo por ellos. Este «ellos» y «nosotros» es fundamental, porque es esta tendencia natural del ser humano a dividir el mundo en esas dos categorías la que nos lleva a identificar también a los primeros como malos y los segundos como buenos. Al definirnos, al definir a nuestro grupo, definimos también lo que no somos porque lo son los de enfrente.
Vuelvo a los libros ahora. Solo si consideramos que aquellos que nosotros seleccionamos son apropiados y recomendables, y vemos los elegidos por los demás como inapropiados y censurables, consideraremos que hay libros buenos y malos, dignos de ser silenciados o no. Nuestros y suyos. La verdadera defensa debería prescindir del juicio moral o estaríamos utilizando el mismo argumento del que quiere censurar. Del otro. Es el mismo instinto y, por lo tanto, puede llegar a provocar las mismas reacciones y tener las mismas consecuencias. Y solo siendo conscientes de ello podremos evitar caer en lo mismo que condenamos. Porque aquí, en este caso en concreto, lo realmente importante es que cada uno de nosotros pueda articular sus propias ideas y expresarlas, y tener acceso a las de los demás. Y eso solo es posible preservando por encima de todo la libertad de expresión, esa que nos permite establecer un debate mediante el que afrontar los problemas y abordar discrepancias en toda su complejidad, tratando de avanzar en el conocimiento. Lo contrario es adoptar las mismas actitudes totalitarias, y por las mismas razones, que aquellas que afirmamos combatir.
Cita Pablo Malo en su más que recomendable libro al profesor estadounidense Jonathan Haidt y no me resisto a citarle (recitarle) yo aquí también: «La moralidad» dice «une y ciega. Nos une en equipos ideológicos que luchan entre sí como si el destino del mundo dependiera de que nuestro lado gane cada batalla. Nos ciega el hecho de cada equipo está compuesto por buenas personas que tienen algo importante que decir». Estaría bien no olvidarlo.