Cuando a un diario se le ocurre investigar
«Aún hay prensa libre y periodistas independientes»
Cuando se llega al poder con una gran mentira, la legislatura pronto se convierte en una concatenación de pequeños engaños. Las exageraciones y los eufemismos abundan en las ruedas de prensa. Se prioriza el relato a la gestión. Así, en el sacrificio de la verdad, el proceso español también es un calco de la deriva independentista catalana. Los nacionalistas se coaligaron en las elecciones de 2015, prometiendo una independencia sin costes en 18 meses. Formaron gobierno y, a partir de ahí, todo esfuerzo se centró en sostener la fantasía. Los bancos se pelearán por venir a la Cataluña independiente, aseguraba Artur Mas. El referéndum tiene el aval de Estados Unidos y la Unión Europea, proclamaba Carles Puigdemont. Por la mañana, los «moderados» se inventaban un supuesto límite a la solidaridad entre länder alemanes y, por la tarde, reescribían una sentencia del Tribunal de La Haya sobre Kosovo. Del «Espanya en roba» al «món ens mira», cada día tenía su trola. Nadie estaba dispuesto a morir por la patria, pero sí a mentir, a mentir compulsivamente, por el poder.
El candidato Pedro Sánchez juraba y perjuraba que nunca pactaría con los populistas. No dormiría con Pablo Iglesias como vicepresidente, manifestaba con esa afectación que entona como nadie. Con Podemos en el gobierno volverían las cartillas de racionamiento, llegó a decir. Bueno, estamos en camino, pero la cuestión es que duerme en el colchón de La Moncloa gracias al fraude, y ahora todo su gobierno se siente más cómodo en la mentira permanente. El sologripismo oficialista fue especialmente macabro en los inicios de la pandemia. Se antepuso la propaganda supuestamente feminista a la vida de decenas de miles de mujeres. Días antes ya habían practicado un ensayo de desvergüenza absoluta con el Delcygate. Cada nueva versión del entonces ministro José Luis Ábalos convertía en mentira declarada la anterior. Nos contaron una decena de cuentos y aún no sabemos toda la verdad.
Con todo, el poder de la mentira solo se mantiene con el cinismo del electorado y el control de los medios. De este modo, inventar un enemigo suele ser la receta del autoritario para expandir la paranoia y justificar el sacrificio de la libertad de prensa. Ahí encontramos la sinergia estratégica de nacionalistas y socialistas con el imaginario regreso del fascismo. En Cataluña la subvención a los medios ha conseguido editoriales únicos y una siciliana anuencia ante corruptelas y despropósitos. Sin embargo, a veces surgen molestos periodistas, como Xavier Rius de e-Noticies, cuyas preguntas pinchan las burbujas palaciegas. Como la zanahoria no siempre funciona, reparten palo. Cuando Rius preguntó por los comentarios machistas y pedófilos de dos colaboradores de TV3, la portavoz del gobierno catalán contestó retirándole la acreditación de las ruedas de prensa de la Generalitat. Mientras en el balcón del palacio gubernamental sigue paradójicamente colgada una pancarta a favor de la libertad de expresión, el poder nacionalista protege a los machistas y castiga a los periodistas, porque los graciosillos de TV3 serán unos machistas, pero son sus machistas. De este modo, se vulnera flagrantemente la libertad de prensa, pero el Colegio de Periodistas de Cataluña no rechista, evidenciando un indecente compadreo.
En este camino hacia la no libertad, Sánchez seguirá a sus socios independentistas, aunque, frente al virus iliberal, Madrid tenga más anticuerpos que Barcelona. Recuerden, ante la llegada del coronavirus[contexto id=»460724″], el gobierno español estaba más ocupado en monitorizar las redes y la prensa que en atender las advertencias de la Organización Mundial de la Salud. Se cerró ilegalmente el Congreso, y en las ruedas de prensa se filtraban las preguntas y se «administraba la verdad». La manguera de subvenciones a medios no daba abasto. Pero no fue suficiente. Aún hay quienes tratan de explicar la verdad. Hay prensa libre. Hay periodistas independientes. A estos de THE OBJECTIVE se les ha ocurrido indagar y explicar. Ábalos, una vez más. Desvelar la verdad tendrá consecuencias. Poner en evidencia la hipocresía de este gobierno tendrá un precio, incluso personal. Habrá palo. Los tentáculos del poder blanden ya antorchas y horcas. Amenazan. Embarran. Pero el deber cívico de algunos periodistas se mantiene incólume. El valor de la verdad aún no ha desparecido en nuestra sociedad, aunque el sanchismo, como el procés, sea un gran catalizador del cinismo.