Momento Odón Elorza
«El PSOE nunca terminará de saciar su hambre de antifranquismo, alimentada durante los largos años de la dictadura, en que guardó ayuno»
Todos (y no digamos todas) tenemos pecados. Así que nunca sobran los ejercicios de penitencia. Yo me impongo uno: transcribir lo que dijo Odón Elorza el otro día en el ya tristemente célebre vídeo parlamentario. Tristemente para algunos. Para otros es un vídeo alegremente célebre: un hito en la lucha antifascista. Lo captó en seguida su PSOE, que se puso en pie para aplaudir, para aplaudirse. El PSOE nunca terminará de saciar su hambre de antifranquismo, alimentada durante los largos años de la dictadura, en que guardó ayuno.
Aquí va lo de Odón (me tapo la nariz): «Ya está bien. Dejen de utilizar a las víctimas del terrorismo, que son de todos, para atacar al Gobierno de izquierdas. Dejen de utilizar a las víctimas del terrorismo para denigrar, atacar un presupuesto. No sean tan miserables. Dejen ya en paz el terrorismo de ETA. ETA desapareció. ETA no está aquí. Aquí no hay terroristas. Ya está bien. Aquí lo que hay, aquí lo que hay es franquistas. Y lo que hay es unas derechas de vocación golpista. Unas derechas de vocación golpista. Como en Brasil, o como con… sucedió con Trump.» (No he puesto signos de exclamación, pero el discurso fue enfático en casi todas sus frases.)
Antes del «ya está bien», que supone una inflexión, ha hablado de su cercanía a compañeros que fueron asesinados por ETA, a algunos de los cuales asistió en sus últimos minutos. Es la parte emocionante, el desolador recordatorio de lo que se padeció en el País Vasco (en toda España). El problema es que automáticamente Odón empaqueta esa emotividad para un uso soez: arrojársela a la oposición. A la oposición, ojo: no a los partidarios y herederos de los asesinatos que acaba de evocar. A ellos los está defendiendo: son con los que ha pactado su partido, que aplaude en pie la obscena maniobra.
La emotividad va de la mano de la obscenidad: es su alimento. Odón habla compungido, con torsiones faciales a lo Greta Thunberg: esa especie de exhibicionismo de su dolor acusatorio. Pero la teatralización no le funciona (y su acusación naufraga) por un error de casting: eso no puede hacerlo alguien cuyo aspecto es una mezcla de Barbapapá y personaje de El milagro de P. Tinto, con el que encima flota el riesgo de que vaya a arrancarse a cantar «La bien pagá» de un momento a otro. Sé que está feo el ataque ‘ad hominem’, pero el feísmo me sale cuando me cabreo. Y al fin y al cabo él estaba poniéndoles pomada a los que se pirraban por el ataque ‘ad baculum’ (o ‘ad pistolam’, o ‘ad dinamitam’). Incluso contra los amigos a los que lloró.
Hay una quiebra sintomática en su discurso: ese soltar la árida palabra «presupuesto» con una carga emocional que no se aviene con su campo semántico. La emoción le viene del embadurnamiento con su dolor ante los crímenes que acaba de recordar. Algo asqueroso, por su cruda instrumentalización partidista. Pero lo que delata a Odón –en la misma línea– es la acusación final, guinda de su pastel: los de la oposición son «franquistas», constituyen «unas derechas de vocación golpista». La gravedad de las acusaciones (son abiertamente insultos) es lo que le delata: hay que inventarse algo muy grave para justificar la gravedad de lo que ha hecho su PSOE, con el voto y la defensa histriónicamente desgañitada de Odón.
En esta dinámica abyecta y repulsiva estamos. En el ‘momento Odón’ del otro día se concentra el fango de la peor política que está habiendo en España desde el franquismo, y bajo su capa además.