THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

'Get Back': también apto para los no fans de los Beatles

«El caudaloso documental sobre los Beatles de Peter Jackson tiene una inconmensurable virtud: uno, como es mi caso, puede no ser fan acérrimo de los Beatles y disfrutar de sus ocho horas de metraje»

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‘Get Back’: también apto para los no fans de los Beatles

Fotograme del documental 'Get Back'.

El caudaloso documental sobre los Beatles de Peter Jackson tiene una inconmensurable virtud: uno, como es mi caso, puede no ser fan acérrimo de los Beatles y disfrutar de sus ocho horas de metraje, sumergiéndose en una experiencia creativa extraordinaria. La gracia de Get Back está en que el director consigue un montaje en el que el espectador asiste al trabajo progresivo de una banda en desbandada desde dentro. Como ya se ha dicho, Jackson parte del material desechado por el director Michael Lindsay-Hogg, quien realizó el documental Let it be, y dejó horas y horas de metraje extra en cajas llenas de polvo.

Como con todo lo que tiene que ver con los de Liverpool, uno se acerca con ciertas reservas si no practica de la reverencia constante hacia el grupo. Justo antes de ver el documental leí unas declaraciones de Jackson diciendo que antes de los Beatles todo era en blanco y negro. Casi desecho la idea del visionado del film por su topicazo, pues el color empieza con el Rock’n’Roll que mamaron y adaptaron los Beatles. El mismo R’n’R que ensayan en Get Back.  

Para cualquiera que se enfrente a un trabajo de creación solitaria, es fascinante ver cómo las cámaras dan cuenta de una labor que se fragua en equipo. En este caso, Paul McCartney es quien lleva las riendas del asunto, seguido por un Lennon que a veces pierde el entusiasmo, un Harrison un tanto picajoso y un Ringo Starr que está a lo que le manden. En este caso, el documental no aporta nada nuevo a lo que ya se conocía, si no es que McCartney fue el que más curró para que Let it be y Abbey Road vieran la luz. Por lo demás, queda constancia de que Harrison quería a toda costa darse a conocer como compositor y que el dúo McCartney Lennon, en este aspecto, lo trataban con cierta condescendencia.

En cambio, los que busquen morbo quedarán defraudados. Yoko Ono no es más que una sombra oscura ciertamente inquietante que cose silenciosa, pero que en ningún momento confabula para acabar con la unión de la banda. Una unión que, en los ensayos, ya se intuye tocada, fatigada, a punto de la extinción. Los momentos más tensos son aquellos que atañen a un proyecto que debe ponerse en marcha y que se intuye será el último. También hay tensión cuando Harrison decide abandonar el grupo. Lennon zanja la cuestión comentando que siempre pueden llamar a Eric Clapton para sustituir al guitarrista solista. En cualquier caso, después de dos reuniones, consiguieron convencer a Harrison para que volviera a los ensayos.

Desde el estricto punto de vista musical, Get Back tiene el mérito de mostrar a un grupo que, a un paso de separarse, retorna a sus orígenes. En los ensayos vuelven a los desgarros de guitarra y a los acordes primigenios del R’n’R, a las versiones de Chuck Berry y a las primeras canciones de adolescencia; se entrevé cierta nostalgia última que acabará en el mítico concierto en la azotea del edificio Apple Corps de Londres. Para decirlo con la banda «rival»: «Es sólo Rock’n’Roll, pero me gusta». Así estas ocho horas de metraje son un tributo colosal no sólo a los Beatles y su historia, sino también a toda la creación musical popular, a la labor de bandas que nacieron a la sombra de los chicos de Liverpool y que transmitieron la energía y el destello de una música que les precedió, pero que ellos supieron canalizar y redefinir. El color ya estaba antes que ellos, sin embargo utilizaron impecablemente la paleta cromática.

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