Notas de un espectador: la bestia nacional
«Las brutalidades de Canet han sacado de la oscuridad a los escuadrones nazis de la Generalidad. Cuando uno de ellos te llama “facha” está diciendo “judío”»
Siento aburrir a los lectores, pero es necesario insistir e insistir: el silencio es el peor enemigo de la libertad. Hace unos 10 años me fui de Cataluña porque ya no podía soportar a los imitadores del nacionalismo franquista. Cuando a veces, quienes conocemos de primera mano a la burguesía catalana decimos que son lo más reaccionario que queda en Europa, algunos lo dudan. Ahora, con la barbaridad de la semana pasada, ya nadie puede dudarlo, a menos de que sea uno de ellos.
Las brutalidades de Canet han sacado de la oscuridad a los escuadrones nazis de la Generalidad. Solo enfermos mentales como ese antiguo miembro de Terra Lliure, es decir, un terrorista, y el exprofesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (¡!), pueden proponerse para apedrear el domicilio de un niño de cinco años o matonear a sus padres. Eso es lo que han logrado los fascistas que se han apuntado a la represión de un colegial y de su familia, exactamente lo mismo que el régimen hitleriano logró cuando empezó a romper escaparates de los comercios judíos: han hecho visible lo que algunos no quieren ver: el racismo catalán.
Muchos comentaristas prefieren compararlo al modelo del apartheid americano y sudafricano con los negros. En todo caso, tanto en el modelo nazi como en el del Ku Klux Klan, el término clave es «racismo». Dado que para los nuevos carlistas levantinos es imposible hablar de una raza catalana superior a todas las demás, usan la metáfora de la lengua. Lo cierto es que a esos tipos arcaicos el catalán les es indiferente, solo les importará mientras pueda servir, como la raza, para separar a los buenos de los malos, a los arios de los judíos, a los blancos de los negros, a los catalanes de todos los demás. Cuando uno de ellos te llama «facha» está diciendo «judío».
Lo más grave del asunto, sin embargo, es que esa mala gente es la que sostiene el poder de Sánchez y las imposiciones de los socialistas de Sánchez sobre el resto de los españoles. Gracias a este Gobierno, los racistas catalanes y sus escuadrones pueden atropellar a los ciudadanos y marcar con la estrella amarilla a un niño de cinco años. Lo pueden hacer porque saben que nadie en el Gobierno de España va a mover un dedo para defender a los españoles que tienen la desdicha de vivir en Cataluña. Y no lo hacen por una sola razón: proteger sus enormes sueldos y privilegios.
Hay que repetir hasta la náusea que los atropellos fascistas se cometen en España con la complicidad de los socialistas y muy especialmente de los socialistas catalanes. Y son los socialistas quienes arrojan a los españoles de Cataluña a las garras de los nacionalistas catalanes. Los socios comunistas y podemitas aplauden la deriva catalana hacia el absolutismo que tanto les acerca a los países que admiran: Venezuela, Nicaragua, Cuba y demás satrapías.