Reformita laboral
«La famosa derogación de la reforma laboral se ha quedado en reformita. Una nadería para las expectativas que se había planteado la izquierda»
La famosa derogación de la reforma laboral se ha quedado en reformita. Una nadería para las expectativas que se había planteado la izquierda, con Yolanda Díaz a la cabeza, a la que su compañera Nadia Calviño ha puesto en su sitio.
Curioso escuchar a Yolanda Díaz referirse ahora a la necesidad de asumir lo que exige Bruselas, ella que tanto insistía en cambios drásticos que Calviño llevaba tiempo diciendo que la UE no admitiría. O que ponga tanto énfasis en la necesidad de rebajar la temporalidad, lo que está bien, pero tendría que empezar por su negociado, porque la temporalidad en la empresa pública supera en 8 puntos la de la empresa privada. En fin. Los expertos en economía y derechos laborales harán los análisis correspondientes, pero independientemente de sus conclusiones, hay una evidencia incuestionable: el mundo político vive en vilo la polémica sobre la reforma laboral.
Pedro Sánchez, con su egolatría habitual, se ha puesto todas las medallas que ha podido para convertir la reformita en una de las leyes más importantes de su mandato, enmendando la plana a Rajoy y Báñez porque la suya no había sido acordada con las fuerzas sociales. Veremos en unos días hasta dónde alcanzan esos acuerdos que Yolanda Diaz ha calificado de históricos: los sindicatos ya han torcido el gesto al ver en qué quedaba el texto final y los socios de Sánchez dicen que no lo votan ni hartos de vino, aunque es probable que lo que pretendan es nuevas concesiones a cambio de dar sus votos en el último momento.
En la CEOE, un grupo de rebeldes le echa en cara a Garamendi el acuerdo. El grupo lo encabeza Josep Sánchez Llibre, el presidente de Fomento, y algún malévolo cuenta que levanta la voz contra Garamendi porque pretende ser su sustituto en la presidencia de la CEOE cuando finalice el mandato de Garamendi dentro de unos meses. Voces maledicentes, seguro, Sánchez Llibre es un santo varón al que no se le pasado por la cabeza emular a Joan Rosell, que también fue presidente de Fomento y lo fue de CEOE.
Pablo Casado está firme en el «no es no», como dice él emulando a un Pedro Sánchez al que el «no es no» provocó la pérdida de la secretaría general del PSOE hace pocos años. Gente de su partido le pide que apoye el decreto en el Congreso, que puede perjudicar al partido estar siempre a la contra. No parece que esté dudando sobre el voto, tiene argumentos firmes para oponerse a la reformita, y además no pierde de vista el reto más inmediato que se le presenta: las elecciones de Castilla y León, que ha convocado Mañueco porque, decía, PSOE y Ciudadanos le tenían preparada una moción de censura, que Ciudadanos niega por activa y por pasiva.
Esas elecciones son fundamentales para Casado, pero también para Pedro Sánchez.
Ninguno de los dos se encuentra en sus mejores horas políticas, Casado por el desacierto en el acoso a Isabel Díaz Ayuso que está provocando tanta tensión interna en el PP, y Pedro Sánchez porque pierde votos a chorros aunque siempre tiene a Tezanos para que le eche una mano con sus sondeos y haga creer que el presidente se encuentra en plena remontada.
Para Casado, el éxito de Mañueco el 13 de febrero le coloca nuevamente en la posición de futurible. Futurible presidente. Mientras que la pérdida del gobierno de Mañueco sería letal para el presidente del PP porque con sus decisiones últimas suma críticas incluso entre personas de su círculo y necesita un éxito como sea. En el entorno de Mañueco hacen cábalas con los números: si no tiene mayoría absoluta en febrero, se verá obligado a negociar con Vox, y no saben qué puede ocurrir si Vox exige formar parte del Gobierno.
En cuanto a Pedro Sánchez, tampoco puede permitirse el lujo de que Tudanca se quede nuevamente en la oposición, porque sus adversarios, los de Sánchez, que son multitud, tendrían nueva munición para descalificar aún más al presidente, después de sus controvertidos socios, el aún más controvertido indulto a los sediciosos catalanes en contra del criterio del Supremo, la no derogación de la reforma laboral, continuar en la cola de Europa en cuanto a empleo, el oscurantismo sobre el reparto de los fondos europeos … y el recibo energético, que sube, sube y sube aunque en su rueda de prensa de balance del año -tiene bemoles que lo haya presentado bajo el eslogan «Cumpliendo»- Sánchez haya dado a entender que no hay que preocuparse por ese asunto. Como si estuviera en vías de solución.
Vaya si hay que preocuparse…