(In)feliz cumpleaños, Juan Carlos I: carta a los Reyes
«Sería un triste destino que otro Rey falleciera lejos de España, bajo el rótulo del exilio»
Cuando el Gobierno hizo saber que dejaba manos libres a la Casa Real para decidir sobre la vuelta del rey Juan Carlos seguramente nadie dudó que el Gobierno estaba enredando para boicotear las gestiones de la Casa Real. El deseo del Rey emérito de regresar para celebrar aquí su cumpleaños en esta Noche de Reyes –esos caprichos deliciosos del azar– se ve que no cuadraba a Moncloa. «No nos corresponde; seremos respetuosos con la decisión que se adoptará en la Casa Real al respecto de su vuelta», dijo la portavoz, y a partir de ahí, ya quedaban pocas dudas. Y puede ser lógico que el Gobierno se involucre; lo fatigoso es ese indesmayable cinismo de negar lo obvio.
De hecho, la Fiscalía, después de que se publicara el archivo previsto de las investigaciones por la inviolabilidad hasta 2014, algunas prescripciones y falta de pruebas, optó por prorrogar otros seis meses, con lo que la Fiscalía ya se encargaba de condicionar el calendario, por cierto infringiendo sus propias normas de plazos.
–Nosotros estamos a lo que diga la Fiscalía- comentó Pedro Sánchez.
El problema, claro, es que la Fiscalía está a lo que diga Pedro Sánchez.
No se nombra fiscal general a tu ministra de Justicia, en una puerta giratoria estupefaciente, si no es con la intención de que ésta sea una extensión del propio Gobierno, una sucursal de Moncloa. Algo por lo demás perfectamente coherente con quien protagonizó aquel diálogo memorable en una entrevista en RNE sobre el fugado Puigdemont, un fugado real, cosa por cierto que no es el Emérito por más que lo repitan mil veces Rufián e Iglesias a ver si cuaja:
–¿La Fiscalía de quién depende? ¿De quién depende?– preguntaba Sánchez enfatizando lo que para él era una obviedad.
–Del Gobierno- verbalizó el periodista.
–Pues ya está- remató Sánchez con desahogo.
No es necesario escribir una tesis doctoral, no ya original sino incluso refritada o directamente plagiada, para fijar una doctrina sobre la Fiscalía. Con dos frases como ésas basta para dar a conocer tu ideario.
La prórroga de la Fiscalía ya ponía muy difícil a la Casa Real cualquier hipótesis de facilitar ese regreso para haber celebrado esta Noche de Reyes su 84 cumpleaños en España. Por demás, la filtración siempre oportuna de asuntos sobre el emérito mantiene el clima de sospecha permanente, de indignación irreparable. Su figura está marcada por la sombra del escándalo; más allá de que en cualquier otro país la fiscal general del Estado, sin entrar en los enredos turbios de su relación con el exjuez Garzón, difícilmente podría seguir en el cargo.
El Rey emérito debería poder regresar, debería haber podido regresar, tanto más si no hay cargos contra él. Por supuesto, no es fácil. La marea negra de chapapote inmoral sobre su reinado ha sido incesante. Y la Monarquía del siglo XXI no puede regirse por las reglas del XIX. El orden del palito sí altera el producto. No hay coartadas para una biografía estropeada con descaro e impunidad. Y con todo, sería un triste destino que otro Rey de España falleciera lejos de España, bajo el rótulo del exilio. De hecho, con el tiempo, aunque seguramente no poco tiempo, la decantación de la Historia irá olvidando las miserias humanas de su comportamiento y quedará la labor histórica de su reinado: la Transición. Claro que también está por ver hasta dónde llega la reescritura de la Transición emprendida por este Gobierno de momento con la Ley de Amnistía, poniendo la Historia del revés.
En algún momento, y pronto, el rey Felipe VI tendrá que enfrentar esa decisión. La solución dará su medida. No adoptar una solución, también.
(Si esta columna fuera una carta a los Reyes Magos, tal vez contendría una lista de deseos, pero es una carta a unos Reyes sin magia, y mejor así. El reinado de Felipe VI y Letizia apunta lejos de las viejas místicas de la Monarquía; antes bien, a una tarea altamente profesional, con rigor germánico. Hoy, mientras los extremismos populistas ganan posiciones en las ecuaciones del poder, los reyes son un factor relevante del republicanismo cívico en España como en otras monarquías occidentales. Una Ley de la Corona debería contribuir a asentar esto. Lo que suceda con el rey Juan Carlos también lo hará).