Si Carlos III levantara la cabeza
«La cruz de Carlos III deja en un ridículo absoluto al pobre señor Don Maxim Huerta»
Hay días en los que la actualidad nacional te pone tan a huevo escribir tu artículo que da incluso grima ponerse a golpear el teclado. No te puedes creer que la actualidad te brinde una oportunidad tan fácil para explayarte sobre una patochada tan absurda, visible y relevante.
Pero antes de entrar en el asunto hagamos un breve ejercicio de historia. El rey Carlos III creó en 1771 la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, como agradecimiento a Dios, y muy especialmente a la Virgen María, por haber escuchado sus plegarias y haberle concedido un nieto varón. Esta orden es la más alta distinción civil que puede ser otorgada en España, y se concibió en su origen como recompensa a aquellos que por sus «virtudes personales y mérito» hubieran realizado un gran servicio a la corona. Era una manera de premiar a aquellos que hubieran realizado enormes contribuciones al servicio de España y del Estado. El reglamento, modernizado y actualizado en época del Presidente Aznar, especificó que se concedía a «ciudadanos, que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la nación».
Reside en el Presidente del Gobierno de turno, como Gran Canciller de la Orden proponer al Consejo de ministros a los candidatos oportunos. Es decir que básicamente el presidente del Gobierno nombra a quien le da la gana sin ningún tipo de control o necesidad de análisis. Desde 1979 «solo» se han concedido 340 condecoraciones, contando con las últimas concedidas por el Presidente Sánchez.
Concluida de manera resumida la puesta en escena de este artículo, quisiera pasar a realizar algunos comentarios sobre la generosa lista de condecorados recientemente aprobada por el consejo de ministros a petición del Gran Canciller Sánchez. Para empezar, es la lista de condecorados más numerosa desde 1982, con veintiuna condecoraciones, y en la que aparecen un reguero de exministros socialistas y populares. Ópticamente, representa la cumbre del «pasteleo» endogámico nacional tardosanchista. Llama la atención que sean políticos otorgándose condecoraciones a políticos, en recompensa de unos servicios prestados que no se detallan, ni se explican y de cuyo proceso de selección no existe ninguna justificación. Es lamentable que las condecoraciones las decida el presidente del Gobierno, y que las otorgue a su propia prole, porque con ello se le da un arma más de potencial amiguismo y de intercambio de favores. Apesta.
Pero bueno, sin entrar a juzgar los méritos individuales de cada uno de los nombres de la lista, sí que aparecen dos personajes sobre los que no me puedo morder la lengua. Antes recordaré una vez más el objetivo de esta condecoración: se premia a «ciudadanos, que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la nación». Pues bien el primer héroe nacional de la lista (ojo, sin obviar las virtudes y méritos personales que seguramente atesora este condecorado cuestión, que seguro que son abundantes) del que quiero realizar un par de comentarios es Don Máxim Huerta, el fugacísimo primer ministro de Educación y Deportes de Pedro Sánchez. El laureado ostentó el cargo un récord de siete días (sí querido lector, ha leído bien, días, no meses ni años), antes de ser cesado abruptamente por una inoportuna infracción tributaria. El exministro recibe la máxima condecoración del estado por siete días de trabajo. Increíble. He de comentar además que, habiéndose publicado la noticia un 28 de Diciembre, día de los Santos Inocentes, pensé que se trataría de una acertadísima inocentada. Pero como con este presidente del Gobierno toda astracanada es posible, decidí acudir al Boletín Oficial del Estado y – ay de mí – mis peores augurios se confirmaron.
Pero aunque el Gran Canciller Sánchez es el amo de las situaciones disparatadas y de la manipulación de la verdad, también es un astuto estratega político. Por eso habría que investigar las razones de la concesión de esta condecoración pues nuestro dadivoso Gran Canciller consigue de una tacada tres objetivos aparentemente contradictorios entre sí:
- Logra dejar en un ridículo absoluto al pobre señor Don Maxim Huerta, pues nadie en su sano juicio puede entender su inclusión en la lista. Ha sido crucificado en las redes y medios de comunicación con una avalancha de críticas y mofas. Su medalla se convertirá en una verdadera «Cruz» de por vida. En los últimos días ha tenido que revivir el calvario de su doloroso cese y se ha convertido en el hazmerreír nacional, en el «meme» más popular.
- Devalúa el rango de la condecoración hasta la mínima expresión y por lo tanto de la Orden, pues se concede a alguien que no tuvo ni siquiera tiempo de sentarse en el sillón ministerial y para el que fue materialmente imposible realizar ninguna contribución al Estado. Más bien todo lo contrario, pues su cese supuso una vergüenza para el gobierno y por lo tanto para España. Es una prueba más de la estrategia de Sanchez de degradar las instituciones del estado.
- Eleva al máximo las sospechas de potencial corrupción al otorgar una condecoración de manera tan lamentable, pues solo siembra de sospechas todo el asunto. Huele a intercambio de favores, o a un siniestro intento del Gran Canciller de comprar el silencio del exministro en cuestión.
Con el segundo condecorado, del cual también tenía intención de hablar hoy generosamente, el ex vicepresidente del gobierno Don Pablo Iglesias Turrión, he decidido finalmente que no hace falta explayarse. Sobran las palabras en este teatro del humor absurdo. Dejo al lector juzgar su virtuti et merito (lema latino de la orden) y evaluar sus servicios a la patria durante sus escasos catorce meses en el poder. Ahora bien quiero subrayar la enorme paradoja que supone ver al supuesto jefe de los anti-casta recibiendo de manos del rey de España una condecoración de una orden de caballería nacida como agradecimiento a la Virgen María, organización fundada para premiar servicios a la corona, en este caso originados por su trabajo como número dos de la propia casta (el vice).
Si se hiciera una nueva versión de la película la Escopeta Nacional (del genial Berlanga), esta vez sobre los años sanchistas, esta escena tendría que ser uno de los ejes centrales del film. Aunque este gag competiría en protagonismo con el de la mítica frase de Fernando Simón (Coordinador de Emergencias) en los albores de la pandemia («España no va a tener, como mucho, mas allá de algún caso diagnosticado») o el de la trágica mentira del Gran Canciller con respecto a su posibles pactos con los pro-etarras («con Bildu no vamos a pactar»).
Para terminar con un tono alegre, querría parafrasear a los autores de una de mis canciones favoritas, la extraordinaria «La Puerta de Alcalá» (de Faura y Mendo, pero interpretada magistralmente por Ana Belén y Víctor Manuel):
Una mañana fría llegó Carlos Tercero con aire insigne Se quitó el sombrero muy lentamente Bajó de su caballo con voz profunda Le dijo a su lacayo, no puede ser verdad La cruz del Huertá, Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo Junto a la puerta de alcalá
***Adjunto el link a la gran canción para que se relajen después este texto tan estresante: