Pelearemos a la sombra
«La diversión, que es una medicina, ha de tomarse en pequeñas dosis»
Si hace calor, se agobia; si enfría, se acatarra. Cuando va a comer por ahí, ora le atienden muy lento, ora demasiado rápido. Lo tiene aparentemente todo, pero siempre va rezongando. Si la abuela hace roscón, la fruta escarchada le da repeluco; si le doblan el sueldo, viene la angustia por no saber en qué gastarlo; si le toca la lotería, todo son mohínes por el engorro de hacerse con un gestor. Ya lo decía Vauvenargues: no se ha hecho fortuna si no se sabe disfrutar de ella.
Todos conocemos a alguien de esta laya, inconstante como Hamlet, insatisfecho como la gata Flora, quejumbroso como un diputado de Podemos. Si la constitución no se cumple, mal; si se cumple, peor, porque es un producto del Régimen. Como en el chiste de Woody Allen, la comida es muy mala y las raciones, muy pequeñas.
No todo el mundo es capaz de soportar la dicha. De ahí que Juancla de Ramón haya propuesto importar la expresión italiana strepitoso sucesso. Aunque suene raro en español, son los éxitos y no los fracasos los que, en ocasiones, resultan estrepitosos. Hay quien se aviene a una existencia gris y quien, como el toro de Miguel Hernández, ha nacido para el luto. Afortunadamente, también hay quien hace de su vida un vitral diapreado en que se reflejan todos los colores. Cuestión de carácter…
Diéneces era uno de los trescientos de Esparta. Todos a una en el desfiladero de las Termópilas, cerraban el paso a los persas, que avanzaban a cientos de miles. Pintaban bastos. Alguien les informó de que los enemigos eran tantos que, cuando lanzasen sus flechas, ocultarían la luz del sol. Entonces el soldado Diéneces, según Heródoto el más bravo de todos los espartanos, respondió: mejor, así pelearemos a la sombra.
¿Hay ejemplo más alto de valor? Este va siempre unido a la templaza. El arrojo, en cambio, no es más que una huída hacia adelante: la del pobre novillero que se echa de hinojos ante la puerta de chiqueros, como si pudiera espantar el miedo recetándole dos largas. Cuando aparece el valor sereno, el de verdad, el aficionado masculla, dándose codacitos con el compañero de tendido: «A éste le funciona la cabeza».
Nadie puede traer la faena hecha del hotel, como hacen quienes endosan una solución prefabricada a un problema espontáneo. Piénsese en el columnismo analítico a priori, por decirlo con Kant, que cada semana nos dice lo que ya sabemos. Tal es el engaño de la persona ideológica, que cree escuchar el asenso ajeno cuando una pared de ladrillo le devuelve el eco de sus refranes.
Se me da bien poner al mal tiempo buena cara. Pronto me enseñó mi madre a no amilanarme. Pocos magisterios hay, a mi juicio, más importantes que ese. Cuando tocaba alguna clase aburrida, me desquitaba con un par de caricaturas del profesor; cuando encadenaba trabajos basura, extraía anécdotas que me alegraban la tarde; si algún proyecto fracasaba, me encogía de hombros y pasaba a otra cosa. Con los años he perfeccionado la técnica y, a veces, he libado el más dulce almíbar donde otros extraían un sempiterno acíbar. Será por eso que pocos sinsabores me han dejado mal recuerdo.
No dramatices. Tal es el título del último libro de Teresa Arsuaga, publicado por Pre-Textos. En uno de los relatos que lo componen, un autor teatral se encomienda la tarea de escribir «un drama sin dramas». La cosa, dicha entre bromas y veras, se acerca no poco al ideal estoico. Si la vida es una tragedia, ¿a santo de qué vamos a añadirle escandaleras? Eugenio era un cómico insuperable porque contaba chistes muy negros. Si todos estamos condenados, no existe la condenación. Si la vida es una tragedia, no queda más que sonreír.
Conque, si el enemigo cubre el sol con una nube de flechas, pelea sin que el calor te moleste. ¿Hay mejor forma de trocar las coacciones en mercedes? No culpes a la circunstancia si forjas las cadenas que te aherrojan, si instilas la ponzoña que te envenena, si te unces la coyunda que te esclaviza. Como dice Epicteto, que seas cojo supone un obstáculo para tu pie, no para tu voluntad.
Eppur… Recuerda que no eres el único artífice de tu ventura. Eres, todo lo más, su cómplice. Como ignoran los apologistas del turbocapital, el agón individualista y la maratón diaria, las circunstancias tejen planes para nosotros. Uno propone, la vida dispone y el jefe el lunes por la mañana descompone. Si no actúas, la circunstancia hará de ti lo que estime oportuno; y si actúas, quizá también.
La vida no es vivencia ni experiencia, sino hacienda. Miguel Ángel veía dentro del mármol una forma pura por liberar, pero eso es un cuento chino. Y los cuentos chinos se los cuentan a los niños y a los gilipollas. Miguel Ángel llegó a esculpir esos prodigios al adunar talento, dedicación y concreción. Si hubiera nacido manco, si hubiera entrado en la droga, si se hubiera afiliado a UPyD, la circunstancia se lo habría llevado por delante.
Estar contento es, por definición, lo contrario de estar vacío. El problema de los alquimistas de la felicidad es que llenan un vacío con excesos: lo resultante es un vacío excesivo, pero vacío al cabo. La diversión, que es una medicina, ha de tomarse en pequeñas dosis. Sobra decir que el alma frondosa nunca la necesita. Como dejó escrito Gómez Dávila, con buen humor y pesimismo no es posible equivocarse ni aburrirse. En algo coinciden quienes dotan de sentido a su quehacer: sean píos o inmoralistas, conocen la alegría de vivir.