Victoria, derrota y oportunidad en Castilla y León
«Se ve una movilidad del voto hacia la derecha, un pequeño triunfo para Casado, por mucho que Tezanos quiera demostrar lo contrario»
Mientras el universo de España esta pendiente de la guerra Carrasco-Mohedano-Flores, en Castilla y León están todavía de resaca postelectoral que sabe a victoria, a derrota y a oportunidad.
Las pasadas elecciones estuvieron marcadas por temas de clave nacional como las macrogranjas, la despoblación y la cohesión territorial, contando con el apoyo de líderes regionales y ministeriales y llamados a votar a dos millones de castellanoleoneses.
Tras los resultados electorales comienzan las valoraciones, los análisis y las predicciones estratégicas de un lado y del otro, que, como todo en esta vida, dependen del color del cristal con que se mire.
Victoria de la derecha
Muchos critican al PP por no conseguir la mayoría absoluta, como si fuera una derrota, pero pregunto ¿qué mayoría absoluta, si no existe el bipartidismo? Hoy en día es imposible conseguir una mayoría absoluta, ya que las líneas ideológicas están fragmentadas de un lado y del otro.
No cabe duda que el PP es la primera fuerza más votada en Castilla y León a pesar de que los resultados no fueran los esperados ni deseados. Pero si trasladamos los resultados de Castilla y León a la tendencia política en clave nacional, se ve una movilidad del voto hacia la derecha, donde la izquierda pierde fuelle, siendo un pequeño triunfo para Casado, por mucho que Tezanos quiera demostrar lo contrario.
La derrota de la izquierda y del centro liberal
En los anteriores comicios del 2019, el éxito del PSOE y de Podemos fue gracias a Ciudadanos, que ocupó el espacio de centroderecha del PP y de Vox por ser el antagonista del bienestar y de los derechos sociales del PSOE y de Unidas Podemos, que no del PP.
Tanto el PSOE como Unidas Podemos y Ciudadanos pierden escaños y votos. Lo que está claro, porque las matemáticas no fallan, es que la suma del bloque de izquierda no da, ni da con la suma de los votos de los partidos regionalistas, para una mayoría absoluta (36 de 41).
Normal, porque ¿quién en su sano juicio va a votar a unos partidos que pretenden subir los impuestos? Castilla y León es un territorio de población envejecida, sin oportunidades laborales ni cualificada, y con mayor fuga de talento juvenil. Desde luego, que si pretendían retener a los jóvenes con subvenciones y subida de impuestos para generar empleo y riqueza, no lo han conseguido.
Pero el gran perdedor de estas elecciones es Ciudadanos, que pasa de tener 12 procuradores a uno y que casi desaparece del mapa político territorial de Castilla y León.
Hay que recordar que este adelanto electoral se debe a la presunta deslealtad de Igea con Mañueco que aspiraba a hacer la trece-catorce, para demostrar que Ciudadanos es más listo que nadie. Y qué se puede esperar de un hombre veleta como Igea, cuya campaña estuvo marcada por el No es NO con el PP de Mañueco, siendo su eslogan de campaña «el valor de la palabra». Eso sí, cuando vio las orejas al lobo, abría la posibilidad de dialogar con Mañueco. Sin comentarios.
El momento de la «oportunidad»
Los expertos en comunicación política sabemos que los ciudadanos no votamos lo mismo en unas elecciones locales/regionales que en unas nacionales. Votamos para que nos solucionen las demandas y necesidades de nuestro día a día y el éxito de los partidos regionalistas se debe en gran medida a que son conocedores de las necesidades de sus votantes, ya que existe una proximidad de cercanía entre el candidato y los ciudadanos de su localidad.
Ahora los partidos regionalistas tienen la oportunidad de llegar a acuerdos con el partido más votado, ejerciendo control para llevar a cabo sus propuestas y así solucionar los verdaderos problemas locales de sus votantes. A ver qué hacen.
Por un lado, el PSOE tiene la oportunidad de favorecer la investidura de Mañueco, para evitar la entrada de Vox en las instituciones, si tanto miedo le tienen, que por cierto es algo poco probable que entren desde mi humilde opinión. Pero el PSOE de Pedro Sánchez no lo va a hacer porque el único interés que tiene el PSOE es que siga existiendo Vox para seguir teniendo rédito político y de esta manera seguir haciendo pupa a su verdadero contrincante, el PP.
Por otro lado, Vox tiene la doble oportunidad de velar por los intereses de los castellanoleoneses; la primera, entrando en el gobierno donde tiene dos hándicaps, uno la inexperiencia política de su candidato y dos, que corre el riesgo de diluirse como le ha ocurrido a Unidas Podemos a nivel nacional o a Ciudadanos en la CAM y en Castilla y León tras los resultados del 13 febrero. Y la segunda oportunidad, siendo la postura más sensata para Vox, es apoyar al PP ejerciendo el control desde la oposición como hace Monasterio en Madrid, evitando el desgaste de la marca verde.
¿Y el PP? Pues el PP tiene la oportunidad de demostrar que tiene alturas de miras políticas al tender la mano al PSOE de Tudanca y, aunque este lo quiera y lo desee, tiene que contar con el permiso de Ferraz, algo que de momento no tiene visos de que suceda, ya que puede más el ego de Sanchez que los problemas de los ciudadanos.
También tiene la ocasión de llegar a acuerdos con Vox; tanto si Vox cogobierna como si apoya desde fuera, el PP tiene la oportunidad de normalizarlos como ha hecho Ayuso en Madrid, que les ha quitado y se ha quitado los clichés que la izquierda atribuye a la derecha: fascistas, ultraderecha, antifeministas… De esta manera Vox pierde visibilidad y el PP gana el espacio de la derecha que está ocupando Vox.
Y lo que de verdad esperan los votantes del PP es que los líderes regionales del PP y Casado no estén condicionados por la opinión del bloque de la izquierda, ni por nacionalistas, ni por los populistas e intervencionistas, porque ellos no han tenido miramientos a la hora de pactar entre ellos. Quizás así puedan rascar los votos fugados a Vox.