THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

Crónica sentimental de un fracaso

«El desafío que se le presenta a Alberto Núñez Feijóo es inconmensurable»

Opinión
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Crónica sentimental de un fracaso

Pablo Casado y Teodoro García Egea. | Eduardo Parra (EP)

Ha sido un fracaso sin paliativos. El PP ha vivido la peor etapa de su historia, incluida la de Hernández Mancha, que obligó a Fraga a retomar las riendas desde un despacho alquilado enfrente de la sede de Génova y, con Trillo, Aznar, Rato, Tocino, Lucas, Cascos y alguno más, preparó la operación relevo de la que salió elegido nuevo presidente Aznar en el congreso de Sevilla.

Ahora ha sido Alberto Núñez Feijóo el que ha dado el paso que no quiso dar hace casi cuatro años. Tenía razones, algún día las contará públicamente. Feijóo finalmente ha decidido asumir riesgos, un gran riesgo, a la vista de que la cosa iba de mal en peor, hasta el punto de que un Mañueco, que pisaba el triunfo cuando convocó elecciones, en cuanto se inició oficialmente la campaña y apareció Casado por Castilla y León, se vino abajo. Y podría ocurrir lo mismo con Juanma Moreno cuando convocase elecciones en Andalucía.

La historia del fracaso del PP de Casado y Egea es una historia sentimental. Del principio al fin. Casado ganó las primarias porque Cospedal, capaz de cualquier cosa con tal de neutralizar a una Soraya por la que no sentía ningún afecto y había resultado vencedora en la primera vuelta, se alió con Casado para dejarla fuera del mapa sumando fuerzas. Como así ocurrió. Casado fue aún más lejos al laminar a la mayor parte de la gente cercana a la vicepresidenta de Rajoy.

Apostó todo por Teodoro García Egea, con el que fue tan estrecha la relación que en los últimos tiempos la palabra «abducido» la pronunciaban con frecuencia personas supuestamente incondicionales de Casado y que confesaban no reconocer al presidente del partido, al que habían acompañado en su aventura política dejándose la piel, aunque pronto empezaron a aparecer grietas.

Egea tenía una idea muy clara de lo que debía hacer con el PP. El problema es que a esa idea le faltó estrategia: la renovación y la lucha contra la corrupción fueron la bandera con la que se quitó de en medio a personas que no eran suficientemente cercanas a Casado como Egea desearía. Para quitárselas de enmedio urdió una serie de maniobras para colocar a personas de su entera confianza sustituyendo a algunos de los que habían sido referentes históricos del partido. Casado accedía a todo, confiaba ciegamente en su secretario general, ante la desazón de gran parte de sus colaboradores. A algunos de ellos se les acusa hoy de oportunistas. No lo eran, los intentos de trasladar a Pablo y Teo -el dúo indestructible- su preocupación por la deriva del partido, sobre todo cuando se produjo la confrontación con Ayuso, fueron inútiles. Alguno de ellos llegó a hablar a solas y en profundidad con Casado, pero se encontró con una pared: Teo tenía toda su confianza para ejercer la autoridad en el partido.

Egea sin embargo cometió errores de bulto, que llenaron de desazón a parte de la ejecutiva. Y de preocupación, desasosiego, desesperanza e incluso miedo. Por ejemplo, después de llegar a acuerdos de gobierno con Ciudadanos en varios gobiernos, Andalucía, Castilla y León, Madrid y Murcia, acuerdos logrados por Teodoro García Egea entre otros; cuando se rompió Ciudadanos no dudó en «contratar» al ex secretario de organización de ese partido para que se empleara a fondo en captar a algunos de sus antiguos compañeros. Una operación que provocó espanto, porque éticamente no había por dónde cogerla y porque como estrategia era un desastre, ya que ponía en riesgo la estabilidad de gobiernos presididos por el PP. Hoy, la desazón está en las filas de los miembros de Ciudadanos que se apuntaron al PP en cuanto vieron que su partido se podría ir a pique. El secretario general iba acumulando las iras de la mayoría de dirigentes regionales del partido, sin que aparentemente Casado y Egea se dieran cuenta. Debían ser los únicos.

La guinda, más bien guindilla por el saber explosivo que provoca, la puso el triunfo apoteósico en Madrid de Isabel Díaz Ayuso, la niña de los ojos de Pablo Casado, su apuesta incomprendida por el resto del partido. En vez de alegrarse de ese triunfo, que también podía ser suyo, Casado y Egea dedicaron todo su esfuerzo a poner chinitas en el camino de la presidenta, con un  papanatismo político que llevó a una situación imposible de superar, sobre todo cuando se hizo pública la operación detectivesca que Egea niega pero que existió. Y que protagonizó un personaje muy oscuro, Ángel Carromero, que circula por el PP desde hace años porque lo apadrinaban Casado y Esperanza Aguirre, aunque Aguirre no tardó mucho en darse cuenta de su oscuridad.

Todo este cruce de sentimientos de amor y odio, sumados a la falta de experiencia, el desconocimiento absoluto del arte de la estrategia política, más el empecinamiento en mantenerse en el cargo como sea, es lo que ha dado pie a situaciones últimas esperpénticas, cuando no humillantes, que a su vez han dado al traste con el equipo de dirección del PP. Antes de que el PP se fuera definitivamente al traste.

El desafío que se le presenta a Alberto Núñez Feijóo es inconmensurable.

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