Rusia nunca controlará Ucrania
«El civil ucraniano que ve cómo invaden su ciudad tiene una motivación muchísimo más alta que el invasor ruso que ha venido engañado»
En uno de sus imprescindibles análisis militares sobre la invasión rusa de Ucrania, Lawrence Freedman dice que «los ucranianos no han intentado defender cada centímetro de su territorio, sino que se han posicionado en las ciudades clave, de las cuales las dos más grandes, Kyiv y Járkiv, siguen siendo las más importantes simbólica y políticamente.» El profesor emérito de War Studies de la universidad King’s College de Londres afirma que «han intercambiado el espacio por el tiempo y lo han utilizado para reforzar su posición.»
Cada vez está más claro que la invasión de Ucrania no ha salido como Putin quería. Según documentos sobre la estrategia de invasión que ha obtenido el Gobierno ucraniano, el Kremlin calculaba que su intervención duraría 15 días. Va a durar mucho más, al menos si Putin insiste en la escalada y no se llega a un acuerdo antes (lo que parece poco probable). Es un ejemplo de la arrogancia absoluta del Gobierno ruso. A menudo parece que detrás de la propaganda existen decisiones racionales, que la propaganda es solo el humo que las cubre para desinformar. Pero no hay que descartar la posibilidad de que Putin decidiera esta invasión borracho de sus propias mentiras y ensoñaciones. Y ha arrastrado a cientos de miles de soldados a través de esas ensoñaciones imperialistas.
Como han señalado varios analistas, es posible que la frustración que le debe haber provocado al presidente ruso esta torpe blitzkrieg le haga redoblar sus esfuerzos y salirse del guion inicial. En cierto modo ya lo ha hecho. Las tropas rusas atacan ahora sin complejos objetivos civiles y están reforzando la represión interna: hay rumores de que Putin va a imponer la ley marcial en Rusia, cada vez hay más detenidos por protestar la guerra (casi 8.000 desde el 24 de febrero) y el apagón informativo es total. Los medios rusos solo pueden informar a través de fuentes estatales y no pueden usar las palabras «guerra» o «invasión».
Aunque Putin conserva su popularidad, esta guerra no lo es. La invasión de Crimea aumentó considerablemente la popularidad del presidente, pero en esta ocasión las protestas están más presentes y, sobre todo, apenas hay protestas a favor de la invasión. Como ha escrito Sam Greene, «Putin no es el primer líder mundial que juzga mal la acogida que tendrían sus tropas, pero a diferencia de algunos de sus pares, no tiene práctica en librar guerras impopulares.» Greene cree que Putin libra una guerra en Ucrania pero también en Rusia. El gobierno incluso está interrogando a los ciudadanos rusos que abandonan el país y ha creado una unidad especial para evitar movilizaciones contra la guerra.
Lo importante no es la invasión sino la ocupación. Y una ocupación militar con un ejército enviado a invadir un país hermano bajo pretextos falsos (no solo no es una intervención para «liberar» a los ucranianos, tampoco son «ejercicios» ni «pruebas» militares como les han dicho a miles de soldados rusos) y frente a una población ultramovilizada y con alta moral no es fácil: es guerra de guerrillas en ciudades, donde el ejército local puede moverse y defenderse bien.
Como dice Lawrence Freedman, «estar presente no es lo mismo que tener el control». El ejército ruso está presente en buena parte del territorio ucraniano, pero eso no significa que tenga posibilidades de controlarlo y preservarlo. No solo por cuestiones militares básicas, sino también políticas. El civil ucraniano que ve cómo invaden su ciudad tiene una motivación muchísimo más alta que el invasor ruso que ha venido engañado y cobra un salario muy bajo y descubre que esta guerra de liberación es una guerra de exterminio. El ejército ruso en esta guerra no lucha por su país, sino por Putin. Las tropas ucranianas, tanto profesionales como civiles, forman parte de un ejército popular, las rusas, en cambio, no son más que mercenarios precarios de Putin.