España con aroma de café
«España se ha inmovilizado por un tema muy berraco. Me refiero al asunto amoroso de La Gaviota y del Sebastián Vallejo»
Hoy voy a escribir sobre algo muy polémico. De hecho, tiemblo ante la reacción de mi editor en THE OBJECTIVE cuando lea estas líneas. Por temas como este han caído distinguidos columnistas de grandes medios de comunicación con anterioridad.
Quiero decir públicamente que media España está paralizada. Y no es por los efectos post pandémicos, y ni por el escándalo de la cruel y trágica guerra de Putin, ni por la desidia del gobierno sociomunista ante las crisis, ni por los efectos de las razonables huelgas ni de las manifestaciones, ni siquiera por los precios disparados del combustible que provocan una paralización de la movilidad. Esto sí está bien maluco.
España se ha inmovilizado por un tema muy berraco. Hablaré rápido, que se me quema la arepa. Me refiero al asunto amoroso de La Gaviota y del Sebastián Vallejo.
Me imagino que en estos precisos instantes, muchísimos de los exigentes lectores de la sección «seria» de actualidad política de este riguroso medio de comunicación en el que tienen ahora depositados sus ojos, estarán perplejos. ¿Pero de qué diantres habla este tipo? ¿Se le ha ido la pinza? Otros muchos, sin embargo, esbozarán ya una plácida sonrisa complice, eso sí, algo tímida y vergonzosa, transgresora…. un poco con sabor a mercado negro y acompasada por la banda sonora del recuerdo sonoro, la emocionante voz de la maravillosa Laura Londoño.
Me explico. España tiene depositada su máxima atención en la extraordinaria telenovela colombiana que narra las andanzas de esta pareja de románticos amantes, que han hecho las delicias de decenas de millones de espectadores en todo el mundo. Café con aroma de mujer, la serie colombiana que es número uno de audiencia en Netflix en España e Hispanoamérica, y en multitud de países de la aldea global, es un fenómeno mundial. Ha desbancado a La casa de papel como la serie mas vista en español y ha convertido en figuras internacionales a sus protagonistas. William Levy el actor protagonista tiene mas de 10 millones de seguidores en Instagram. Laura Londoño casi tres millones.
La serie, un sencillo remake de una popular serie, cuenta con una buenísima factura en su producción, tiene un sensacional casting de los personajes (guapos, simpáticos, empáticos y buenos actores), muestra unos maravillosos paisajes, atesora un estupendo guión (para una telenovela), y esconde unos simpáticos giros en la trama argumental. Por todo ello, y por ese «algo» más difícil de explicar, ha generado un verdadero fervor popular, penetrando todos los niveles socioeconómicos y culturales de este país.
Pero lo más relevante de la explosión de éxito de esta serie, es que no es ni más ni menos que un genuino culebrón hispanoamericano que gira en torno al eje sobre el que rota la humanidad. Y ese eje, por mucho que se empeñe cierta izquierda global, no es la cultura woke, ni el almodovarismo, ni la castración de los animales de compañía, ni el nacionalismo casposo, ni el veganismo radical, ni la masturbación de los pollos trans. Va de algo mucho más intrínseco al ser humano, algo que transciende todo eso: el amor. Hablo del amor en todas sus formas y dimensiones: el amor romántico imposible, el platónico, el maternal y paternal, el filial, el sincero, el pasional, el sexual y el casto, el amor a Dios, el amor al terruño y el amor a uno mismo que no es otra cosa que la dignidad. Me sinceraré al decir que me he convertido en uno de sus seguidores, habiendo devorado los 88 capítulos de la serie junto a mi mujer. He llorado, he reído, he querido, me he evadido y he disfrutado. Con esto salgo del armario – mea culpa – ya puedo ser expulsado del Olimpo del columnismo serio.
En un ejercicio de autoreflexión, de diván psicoanalítico pasaré a desgranar las razones por las que creo que la serie ha calado tan hondo entre los españoles.
Primero, porque exalta los sentimientos más nobles y hondos del ser humano, congénitos al antes mencionado amor, en un entorno de crisis que fomenta el escapismo. Con amor hay lealtad, justicia, familia, fidelidad en todas sus dimensiones y posibilidades. Sumidos en un mar de desgracias, convivimos con un entretenimiento audiovisual donde prima la maldad, la violencia, la transgresión continua, los desafíos a la realidad de la sociedad, y las banderas intelectuales de la izquierda. Así, en este entorno, nos resulta ahora reconfortante disfrutar de una apología de la nobleza. Estos nobles sentimientos tan íntimamente unidos al ser humano, tan occidentales en su esencia judeocristiana, faltaban en la pequeña pantalla. Por otro lado, también da gusto escuchar unos diálogos en los que no se recurre en ningún caso al estilo patrio del grito continuo, la sobreactuación, el lenguaje soez, o el sexo innecesario. Enternece la pasión sincera de entrega absoluta, totalmente generosa y paciente. Todo muy demodé, pero que arrasa en la taquilla virtual, ¿por qué será?
Segundo porque estos sentimientos al contemplarlos en la pequeña pantalla, la transgreden, provocando un efecto contagio, reactivando emociones nobles de amor por tu pareja o por tu amor platónico, recordando los tiempos de amor apasionado y de juventud fogosa.
Para terminar, porque además del amor, la serie trata absolutamente todos los temas relevantes presentes en la sociedad actual como la homosexualidad, la violencia machista, las diferencias socioeconómicas, las víctimas de la violencia revolucionaria, la marginación, el narcotráfico, la infidelidad, etc. Pero lo hace de forma inocente y sencilla, elegante, con sensibilidad y equilibrio como se trataría en familia, con benevolencia, comprensión, y templanza. Todo, obviamente, nada exento de una enorme carga de cursilería, que perdonamos sin ambages.
Finalmente, me fascina el efecto positivo que un éxito como este puede tener para la imagen de nuestra querida nación hermana de Colombia. Este maravilloso país, cuna de García Marquez, Botero, Shakira, y bendecido por un maravilloso patrimonio natural, había caído en una trampa mediática popular increíblemente injusta, ligada al narcotráfico (y a la penosa figura de Pablo Escobar) y a la cruentas guerrillas de las FARC. Colombia merecía limpiar su injusta imagen, y Café con aroma de mujer se ha convertido en un espectacular anuncio promocional de Colombia de ochenta y ocho horas. Me alegra profundamente que para España entera, y decenas de millones de personas en todo el mundo, Colombia sea ahora un país moderno, bendecido por una maravillosa vegetación, que cuenta con el mejor café del mundo, habitado por gente noble, guapa y apasionada, regado de un maravilloso aguardiente, y todo acompasado de un folclore musical maravilloso.
Añañañañañañai menudo ¡guilty pleasure!