La Segunda República Española, una buena idea mal ejecutada
“Sería de un reduccionismo maniqueo y simplista establecer que los últimos meses de la República y la posterior Guerra Civil fueron solo un conflicto entre el fascismo y la democracia”
El día 12 de abril de 1931, las elecciones municipales dejaron unos resultados de 22.150 concejales monárquicos y 5.875 republicanos, aparentemente parecía una victoria monárquica aplastante, pero fueron las grandes ciudades, donde las candidaturas republicanas superaron ampliamente a las monárquicas, quienes desequilibraron la balanza. El martes, 14 de abril de 1931, es proclamada la Segunda República Española, la primera ciudad en izar la tricolor fue Éibar a las seis y media de la mañana, aunque el día previo, Jaca (Huesca) y Sahagún (León) proclamaron la República un día antes de la fecha oficial.
Los acontecimientos posteriores son bien conocidos por la mayoría de los españoles, el posterior golpe de Estado de julio de 1936 y la Guerra Civil ha sido el acontecimiento de nuestra historia reciente que más ha marcado nuestra conciencia como nación. El fracaso de la Segunda República ha sido un tema recurrente en la historiografía española e internacional. Lo cierto, es que tras la marcha del rey Alfonso XIII se creo un vacío de poder en España, como bien sabemos, la política no admite vacíos, y fue la República quien lo ocupo pese a que las elecciones municipales estaban destinadas a elegir los concejales de cada uno de los ayuntamientos y no para cambiar la forma de gobierno, pese a las ideas revisionistas de algunos historiadores, la República comenzó como un régimen legítimo porque fue la propia monarquía quien entrego el poder sin resistencia alguna. El germen de la República había nacido un año antes en San Sebastián, el día 17 de agosto de 1930, se reunieron en la localidad vasca varios representantes del republicanismo español, entre ellos Miguel Maura, Eduardo Ortega y Gasset o Gregorio Marañón, estas personalidades distaban mucho de ser radicales de izquierdas, eran moderados con ciertos tintes liberales. Se podría decir que la República nació como un proyecto de democracia moderada y liberal.
El último tramo del régimen distaba mucho de parecerse a las ideas de los padres espirituales de la República como Ortega y Gasset, Pérez de Ayala o el propio Gregorio Marañón, quien llego a decir: “Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico”. La República comenzó con mal pie desde el primer momento, en mayo de 1931 ya comenzó la quema de iglesias y conventos, desatar una violencia anticlerical tan extrema en un país con unas raíces cristianas católicas tan fuertes no fue lo más acertado. Además, este anticlericalismo fue una de las claves de la falta de apoyos de las democracias occidentales europeas en la contienda posterior. Es justo reconocer que algunas medidas y reformas implantadas por la República estaban bien planteadas y eran necesarias, como la reforma laboral, la implantación del voto femenino y la reforma militar de Azaña, una reforma que, si bien era necesaria, enemistó a las altas figuras de la cúpula militar con el régimen.
España no era ajena a los movimientos políticos de masas que estaban surgiendo en Europa, salvo excepciones, como la revolución comunista húngara de Béla Kun en 1919 y la de Rusia en 1917, en ningún país europeo se produjo una guerra civil y una revolución tan radical como en España en el periodo de 1914 y 1945. Como bien defiende Julián Casanova en su obra “Europa contra Europa”, los últimos meses de la República y la posterior Guerra Civil no fueron solo un conflicto entre ideologías, sino un conflicto de clases y una guerra de religión. España tenía una mayoría de población moderada pero fueron las minorías violentas y radicalizadas las que la llevaron a su fracaso, por un lado unas derechas cada vez más autoritarias, influenciadas algunas de ellas por los movimientos fascistas europeos, aunque antes de la guerra seguían siendo una minoría como la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera; por otro lado, unas izquierdas influenciadas por el Kremlin con la misión de implantar la dictadura del proletariado; y un movimiento anarcosindicalista muy fuerte sobre todo en Cataluña. España firmó su sentencia de defunción cuando las minorías radicales acallaron a la mayoría del país, en ese momento se perdió la cordura y la moderación, esta idea está bien estudiada por el hispanista estadounidense, Stanley G. Payne. Se llegó a lo que Javier Tusell denominó como una “democracia poco democrática”. Probablemente uno de los mayores problemas que tuvo el régimen y que siguen teniendo quienes lo utilizan de manera sectaria y partidista, es la patrimonialización de la República por parte de las izquierdas, la idea de que la República era “suya” y de nadie más. Este es un concepto que, sobre todo los políticos, siguen defendiendo. Para avanzar como sociedad es imprescindible conocer la historia, y digo conocer y no utilizar, porque es la clase política de todo tipo de pensamiento ideológico, la que utiliza la historia con fines partidistas y propagandísticos, la misión de los historiadores y de los ciudadanos debe ser alejar lo máximo posible la historia del político.