Pegasus, falsas banderas y tinta de calamar
«Estamos ante una gran campaña de desinformación que trata de volver a poner en jaque al Estado aprovechando la gran debilidad del Gobierno»
Cabría preguntarse el porqué, para qué y cómo de esta operación que el separatismo ha llamado (inteligentemente) «catalangate». Como verán, el planteamiento de las cuestiones no las he escogido al azar, hay un razonamiento subyacente para ello. Creo que estamos ante una gran campaña de desinformación que trata de volver a poner en jaque al Estado, en este caso aprovechando la gran debilidad de un Gobierno con graves problemas de disonancia interna, debilidad del «bloque Frankenstein» y con unas encuestas que empiezan a crear una seria zozobra en todos los resortes del partido socialista.
Cuando te enfrentas a un ataque u operación de desinformación y desestabilización, lo primero que has de saber interpretar son los objetivos de la misma, no limitarte a correr como pollo sin cabeza detrás de los efectos y la secuencia de sucesos que va implementando la operación. Es por ello que deberíamos visualizar cuáles son los objetivos tácticos y estratégicos de esto llamado «catalangate». Estamos ante una estructura de presuposiciones que solo tratan de consolidar un relato, sin embargo, no hay ningún tipo de prueba o constatación que sustente el relato separatista: «El Estado está espiando ilegalmente a unos pobres políticos», cuestión que se traduce en su estructura básica en «España no es una democracia porque espía a políticos no afines».
Pero ¿a quién va dirigida esta operación? Resulta muy revelador leer el «informe» difundido de la mano de CitizenLab. Más allá de lo que denunciaba Laura Fábregas en su artículo respecto a uno de los principales autores del artículo por ser juez y parte, las primeras seis páginas del opúsculo están dedicadas a laminar la buena imagen de España, su democracia e instituciones (principalmente el CNI). Son un conjunto de afirmaciones tendenciosas que cualquier ciudadano de nuestro país daría muy poco pábulo. Entonces, ¿por qué iniciar un informe de presunto espionaje ilegal con la Guerra Civil Española (podrían haber empezado por las Guerras Púnicas)? La respuesta es que este informe y esta campaña tiene dos objetivos principales, el primero de ellos es condicionar al público de otros países y, por tanto, a sus cancillerías.
¿Pero qué interés tiene el separatismo en iniciar esta campaña de desinformación en el extranjero? Pues hay varias, una de ellas es la de la «tinta de calamar». La guerra de Ucrania ha desatado una ola de indignación pública por las «amistades» del separatismo con Putin, es por ello que el «catalangate» es una magnífica herramienta con la que desviar ese debate y poner el foco en otro tipo de relatos. La siguiente derivada es la cuestión judicial de los huidos de la justicia de nuestro país. Pretenden deslegitimar (aún más) el prestigio y reputación de nuestras instituciones, empezando por el poder judicial. Y, finalmente, tenemos la más estratégica; esto es, un proceso secesionista, sin apoyos internacionales, siempre se estrellará contra el muro de la legalidad. Es por ello fundamental retomar la agenda y el relato victimista y propiciatorio en el extranjero con vistas a cuando vuelva a haber un momentum de debilidad institucional y, entonces, quieran «volver a hacerlo».
Naturalmente, tenemos otra serie de derivadas nacionales de toda esta campaña. Hay varias pistas de que se trata de una operación y acoso al Gobierno y de desprestigio de las instituciones. La primera de ellas es el seguimiento en prime time de todo el conglomerado mediático público y privado de la operación. El minutaje, titulares y atención mediática nos dice que se han puesto en marcha todos los resortes de influencia y capacidad de desinformación del separatismo. La siguiente es ver cómo el objetivo del ataque es el CNI pero, sin embargo, la ‘pieza’ que se quieren cobrar es Margarita Robles, ministra que encarna la imprescindible visión de Estado que debería tener cualquier gobierno.
Siguiendo el hilo del impacto nacional de la operación, vemos cómo el «catalangate» pretende dinamitar las relaciones de ERC con Moncloa y crear una especie de sensación de unidad del separatismo frente al ‘enemigo’ común. Todo ello sustentado en la reactivación del victimismo sociológico del que siempre ha hecho gala en nacionalismo, máxime cuando el calendario electoral está condicionando a todos los partidos catalanes (elecciones municipales) en un momento en el que la realidad estaba empezando a laminar el relato que insuflaba los intereses y resultados de los partidos independentistas.
La reacción hiperventilada del Gobierno frente a este jaque es fruto de la debilidad de la que hablaba al principio del artículo y deja expuesta la imagen y reputación de nuestros servicios de inteligencia por un tema coyuntural. Proponer que habrá «transparencia» y desclasificación de informes de inteligencia únicamente está sirviendo para retroalimentar el relato separatista, ayudando así a que los separatista logren alcanzar sus objetivos. El Gobierno debería reafirmarse en el cumplimiento estricto de la ley por parte de todos los servicios de información del Estado y explicar el control judicial bajo el que están todos ellos. No hacer esto es solo un parche para lograr salvar este cortísimo plazo. A esta defensa de nuestras instituciones debería sumarse sin ninguna muestra de división el principal partido de la oposición. Hacer electoralismos o cálculos a cortísimo plazo solo beneficiará a todos aquellos que pretenden romper nuestro país y acabar con nuestra democracia.
Como estamos asistiendo a la activación de un relato basado en suposiciones (los «y si…»), quisiera recordar que muchas veces a lo largo de la historia hemos asistido a las llamadas operaciones de ‘falsa bandera’, ya saben, activar algún tipo de ataque contra ti mismo o contra tus intereses y culpar al otro de esos mismos ataques. Empiezo por algo muy básico y creo muy relevante: ¿saben que en muy poco tiempo y menos esfuerzo podría simular que mi móvil está infectado por Pegasus y en realidad no es verdad? Pues sí, es muy sencillo, ¡hay hasta tutoriales! Entonces, siguiendo el juego perverso del «y sí…», ¿y si todos o parte de los afectados estuviesen ejecutando una falsa bandera para culpar al Gobierno, CNI, etc.? Es una posibilidad plausible máxime cuando se desgrana cómo se ha ido gestando la operación, los tiempos, la creación del dominio «catalangate», la presencia de personajes como Elies Campo, el relato absolutamente tendencioso de un supuesto informe objetivo… hay un dicho que dice «si anda como un pato, habla como un pato y se parece a un pato, no lo dudes, es un pato».
Finalmente, no puedo no acabar este artículo con una reflexión muy personal. Espero que nuestro gobierno, ante unos individuos (y su entorno) que han tratado de destruir al Estado, acabar con nuestro sistema político y dividir a nuestro país mediante un golpe de Estado y, encima, promulgan a los cuatro vientos que lo volverán a hacer, hayan activado los recursos necesarios para que en el futuro sus posibilidades de «volver a hacerlo» sean cero. Esto que digo sería lo más normal del mundo en cualquier país democrático. Solo espero que en el mío se anteponga el interés general al interés partidista y a la dinámica e intereses del corto plazo.