Manual de instrucciones feminista para personas menstruantes
«Nosotras somos su mayor dilema, porque el feminismo se construye en torno a las mujeres y no a las ‘personas menstruantes’»
Las mujeres hemos de ser libres de encontrarnos a nosotras mismas, de perseguir nuestras metas al margen de los condicionantes sociológicos. Así era como concebía el feminismo un referente del movimiento como fue Betty Friedan: no existían instrucciones ni requisitos, sólo libertad de elección y de decisión.
Ser mujer se ha convertido en algo mucho más complejo. El colectivismo de izquierdas ha arrinconado nuestros deseos y aspiraciones individuales y nos ha llevado a competir con otros oprimidos interseccionales en una absurda batalla por alcanzar el pódium del victimismo.
El progresismo identitario ha querido erigirse en el adalid de todos aquellos que han sido victimizados por el sistema capitalista y patriarcal no por lo que han hecho, sino por lo que son, sin ser consciente de que incurría en un conflicto de intereses. Porque de igual forma que un abogado no puede defender en juicio al banco acreedor y al cliente deudor, la izquierda igualitarista no puede proclamarse, a la vez, representante de las mujeres y de aquellos para los que el sexo no es más que un constructo social.
Antes que después, Irene Montero tendrá que elegir entre feministas y trans, entre las TERF y los queer, porque ambos movimientos son incompatibles entre sí. El empeño en representar simultáneamente a ambos colectivos, unido a su recurrente victimismo y tendencia natural a la mojigatería, ha llevado a la ministra y a su séquito de seguidores a incurrir en contradicciones discursivas permanentes y hasta hilarantes que han transformado al feminismo en un galimatías dogmático cuyo principal enemigo es la causa que enarbola: la mujer.
Nosotras somos su mayor dilema, porque el feminismo se construye en torno a las mujeres y no a las «personas menstruantes». La menstruación no es causa de nuestra condición, sino consecuencia: menstruamos o hemos menstruado porque somos mujeres. La biología es un hecho y no una cuestión de percepción, una de las realidades comprobables y demostrables sobre las que se construye el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley. Que haya algunas mujeres que se autoperciban como hombres o varones que se consideren féminas es respetable, pero son excepciones que no alteran el paradigma de la norma, sino que lo confirman: su derecho a sentirse como consideren no abole las leyes biológicas.
Pero al mismo tiempo que abogan por desterrar el sexo y abrazar el género, defienden a la ministra cuando afirma en entrevistas que vivimos en sociedades patriarcales porque en todos los países se oprime a las mujeres y se normalizan las violencias sexuales. Yo me pregunto si, de igual forma que instan a suprimir la categoría de «mujeres» y reemplazarla por la de «personas menstruantes» no deberían ir desterrando también el concepto de patriarcado, que parte de la existencia de un dominio institucionalizado del varón sobre la mujer basado en el sexo biológico. En adelante, sería recomendable que, en aras a la coherencia, denunciaran la desigualdad estructural en las sociedades menstruófobas, en las que las personas menstruantes son dominadas y oprimidas por personas con una incapacidad física para menstruar desde su nacimiento.
De paso, no estaría mal que nos aclaren a las personas que aún menstruamos, a las que van a menstruar en el futuro o a las que menstruaron en el pasado, alguna otra cuestión que nos plantea dudas, con el único afán de seguir al pie de la letra el manual de instrucciones feminista para personas menstruantes.
Por ejemplo, si partimos de la máxima de que enseñar cacho nos cosifica y pornofica, mientras que el uso del velo islámico nos empodera, cabe preguntarse si se ha de considerar machista la irrupción de Rita Maestre en una capilla mientras se quitaba la camisa y con los pezones al aire gritaba ¡arderéis como en el 36!.
Si la canción de Rigoberta animando a las mujeres a sacarse un pecho fuera al estilo Delacroix es feminista porque a los hombres le dan miedo a nuestras tetas, es legítimo cuestionar por qué la actuación de Chanel exhibiendo sus glúteos se considera machismo. Es urgente que las elites feministas expliquen a las personas menstruantes qué partes de nuestro cuerpo podemos mostrar en público porque son empoderantes y cuales otras no porque contribuyen a nuestra pornoficación.
También suscita no pocos interrogantes que las personas menstruantes seamos dueñas de nuestros cuerpos para abortar pero no para prostituirnos. Resulta contradictorio que podamos decidir si parimos pero no si follamos a cambio de una contraprestación económica, a pesar de que en este segundo caso la decisión sólo afecta a quien la toma mientras que en el primero involucra al concebido no nacido y a su padre. Perdón: a su progenitor.
No me consta que se hayan planteado el problema que supondrá para la consecución efectiva de la paridad que las personas menstruantes tengamos bajas periódicamente si sufrimos reglas dolorosas. Esperemos que a las que contraten para posar junto a Nadia Calviño en los photocalls no les coincida justo con esos días, porque imaginen el dilema de la vicepresidenta: si se hace la foto, habrá roto su firme promesa de combatir la invisibilización de la mujer, y si no se la hace, la acusaran de discriminar y menospreciar a las doloridas menstruantes.
Son tiempos extraños para las de nuestra condición en los que cualquier guía se me antoja poca.